La singularidad que presentaba esta obra y que motivó su restauración era el gran repinte púdico que ampliaba considerablemente el paño de pureza que cubría parte del cuerpo del santo por considerar excesiva su desnudez. Los trabajos han devuelto a su estado original a esta obra, una imagen que Reni elaboró con tal fortuna estilística e iconográfica que su influencia en creadores posteriores se perpetúa hasta nuestros días.
Pero la recuperación de esa parte del cuerpo del santo que había permanecido oculta –probablemente a petición de Isabel de Farnesio– no es la única que se logra en esta pintura. Otros repintes en diferentes zonas de la tela proporcionaron nuevas sorpresas, al descubrirse, tras su eliminación, elementos ocultos, como la mano que aparece a su izquierda en la penumbra y la cuerda con la que están atadas las dos manos de san Sebastián al árbol.
En marzo de 2022 se trasladó el cuadro al taller de Restauración del Prado y tras su análisis y estudio se inició la intervención de la mano de Almudena Sánchez. Además de toda la información aportada por la radiografía y la reflectografía infrarroja acerca del estado de conservación de la obra y de la ampliación del paño, el análisis ocular permitía observar con cierta facilidad la diferencia técnica entre el repinte y la pintura original. Era bastante claro a simple vista el contraste entre la naturalidad de los pliegues del paño pintado por Reni y la rigidez de unas arrugas forzadas e imposibles que mostraba la tela añadida mediante el repinte al paño original.
Tras las primeras pruebas de levantamiento del repinte se comprobó el buen estado de la pintura y, paulatinamente, cómo quedaba al descubierto esa parte del cuerpo del santo que había sido censurada. Según iba reduciéndose el repinte, las carnaciones ocultas iban aflorando a la superficie, dejándose ver cada vez más hasta lograr su presencia completa en la composición tal y como fue diseñada y concebida.
La eliminación de otros repintes en diferentes zonas de la pintura permitió también la revelación de elementos tan importantes como la mano que aparece a su izquierda en la penumbra y la cuerda con la que están atadas las dos manos de san Sebastián.
El proceso de limpieza ha permitido, además, recuperar la profundidad de la composición y percibir mejor el espacio entre los planos, así como el aire que rodea la figura del santo. Igualmente se define aun con más fuerza la anatomía del cuerpo bañada por la luz de la luna, una luz que desde el rostro, en el que dibuja su perfil, va modelando cada uno de los músculos del cuerpo hasta configurar una imagen de suma belleza y perfección.
– San Sebastián podrá contemplarse por vez primera en todo su esplendor en la gran exposición que, con el patrocinio de la Fundación BBVA y comisariada por David García Cueto, jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800, abrirá sus puertas en el Prado el próximo 28 de marzo.
Mártir antipestífero
Esta obra maestra –realizada entre 1617 y 1619 y que aparece por primera vez en España en el inventario de la colección de Isabel de Farnesio en el Palacio de La Granja de San Ildefonso– muestra el inicio del martirio de san Sebastián, el momento en el que se encomienda a Dios. La elección de este instante permite a Reni estudiar el cuerpo humano en la tensión de una posición forzada que, a pesar del esfuerzo, consigue imbuir de su característico clasicismo.
San Sebastián fue un centurión romano –de la primera cohorte romana en época del emperador Diocleciano– condenado a morir atado a un árbol y asaeteado por defender su fe. Santa Irene le liberó todavía con vida y curó sus heridas. Tras recuperarse volvió a interpelar al emperador, quien ordenó que fuera apaleado hasta morir. Su cuerpo fue arrojado a la Cloaca Máxima pero el propio santo se apareció a santa Lucina para pedirle que le diese una adecuada sepultura.
Fue un santo muy popular, pues se le atribuía poder para detener las epidemias de peste, enfermedad que tradicionalmente se relacionaba con una lluvia de saetas. Así como patrón de oficios relacionados con el hierro y las flechas.