Juan Gris (Madrid, 1887- Boulogne-sur-Seine, 1927) consideraba que el cubismo no era un procedimiento sino un estado del espíritu y que, como tal, estaba en relación con todas las manifestaciones del pensamiento de su época. Los protagonistas del cubismo supieron bien lo que su experiencia suponía y hoy la conciencia artística del presente no duda en situar al movimiento como piedra angular del arte moderno.
En junio de 2016, la Fundación Telefónica firmó un convenio de depósito en comodato a favor del Museo Reina Sofía mediante el cual la Colección Cubista de Telefónica se incorporaba a su colección por un periodo renovable de cinco años.
Al comentar el origen de la Colección, el por entonces presidente de Telefónica, Luis Solana, recuerda que fue en 1983: «El Gobierno de Felipe González acordó que el uno por ciento del presupuesto de cada Ministerio se destinase a cultura. Me entrevisté con el entonces titular de Cultura, Jorge Semprún, que me dijo que en España sólo había un cuadro de Juan Gris y ninguno de Luis Fernández. Eso nos decidió a iniciar la Colección que desde el primer momento se concibió con el propósito de que pudiese disfrutarse a nivel público».
Manuel Borja-Villel señala que «con esta incorporación culmina un largo sueño, pues además de por su calidad intrínseca, la importancia del depósito reside también en la presencia de trabajos de artistas que no estaban representados en nuestra colección y de obras de gran valor para uno de sus núcleos clave, la experiencia de la modernidad en Latinoamérica. Sin el cubismo no hay museo que pueda hablar de modernidad».
Más de 70 obras
Fruto del acuerdo de colaboración, a partir de ahora el público puede contemplar una selección de más de 70 obras procedentes de los fondos cubistas de las colecciones de la Fundación Telefónica y del Museo Reina Sofía que ponen de manifiesto la gran pluralidad de propuestas creativas que generó esta corriente artística y que dan pie a una lectura más amplia sobre ella. «Asistimos a la demostración de un cubismo plural, donde hay dudas, donde se constata la muy estrecha relación entre este movimiento artístico y la poesía. Vemos el cubismo como lenguaje común de la primera vanguardia, un movimiento lleno de descubrimientos fundamentales para el arte del siglo XX», añade Borja-Villel.
Para Eugenio Carmona, comisario de la muestra, «no hay ningún lugar del mundo que acoja una colección cubista de esta dimensión» y recuerda que «estamos ante una propuesta en favor de la concepción plural del cubismo. Pero en el momento presente, la reconsideración de la experiencia cubista atendiendo a las formulaciones de Juan Gris es no solo lícita y posible sino deseable, pues contiene en sí misma la complejidad de lo que el cubismo realmente fue y supuso”.
Las piezas reunidas bajo el título ‘Cubismo(s) y experiencias de la modernidad’ permiten profundizar en el nacimiento y desarrollo de este movimiento desde sus estadios fundacionales, cuando Pablo Ruiz Picasso y Georges Braque trabajaron de forma conjunta desde el primitivismo y el posfauvismo y desarrollaron el cubismo como “lenguaje” planteando invenciones iconográficas y técnicas.
Se recupera también a figuras como Albert Gleizes, Jean Metzinger y el primer Auguste Herbin, cuyas aportaciones entre los años 1909 y 1915 significaron el tránsito de la herencia del simbolismo final a un nuevo sistema figurativo basado en el predominio de la forma y en la articulación dinámica de facetas y figuras.
Otros ismos
Otros artistas presentes en la muestra dan cuenta de cómo el cubismo supo dar origen a otros ismos que, aun dejando de ser cubismo, mantenían su impronta. Conocidas son las evoluciones planteadas por Fernand Léger y por Robert y Sonia Delaunay, que trazaron un recorrido semejante entre las posibilidades del cubismo y las sugerencias de la vida moderna.
Como espacio de reunión y pensamiento de estos cubismos diversos encontramos a Juan Gris, el punto de confluencia que, según Eugenio Carmona, acrisolaba lo que Picasso y Braque y otros cubistas desarrollaban. «En su obra se puede observar dos momentos decisivos de los años fundacionales del cubismo. Uno es el Gris de 1913, que trabaja mediante la acumulación de materiales creando trampantojos de objetos y texturas. Y otro es el Gris que redefine la noción de collage mediante la introducción de elementos icónicos y recursos formales destinados a favorecer las sensaciones de espacio y tiempo. Pero la trascendencia de Gris, considerado por muchos especialistas el refundador del cubismo y sin duda el representante de una nueva definición del movimiento, puede verse en otras obras más tardías, que llegaron a influir en figuras como Salvador Dalí».
Tras la Primera Guerra Mundial, el primer medio artístico cubista se disolvió. No obstante, poco después, como se refleja en las salas, la mayor parte de los implicados en la experiencia cubista comenzaron un momento de transición en sus obras. Algunos artistas, como Albert Gleizes, propiciaron un regreso a las fuentes del cubismo, y creadores como Gris y María Blanchard, tras el uso del collage, plantearon un retorno a la pintura pero asimilando el cambio de paradigma que el collage había supuesto.
Jacques Lipchitz propuso una nueva concepción constructiva y arquitectónica de la escultura cubista mientras que Jean Metzinger fue determinante para un renovada tentativa cubista en la que, desde diversos ángulos, también estuvieron implicados otros artistas como André Lhote. Es en esta época también cuando Vicente Huidobro elogió la poética creacionista, cuya influencia en Juan Gris fue notoria. La muestra también lleva al espectador a la más lejana transformación de la experiencia cubista con el universalismo constructivo de Joaquín Torres-García en el cruce de las décadas de 1920 y 1930.
Como destaca Borja-Villel, «también están presentes creadores latinoamericanos que hicieron del cubismo un referente imprescindible en sus respectivas trayectorias». Xul Solar lo incorporó pronto entendiéndolo como iniciación a lo moderno. Diego Rivera extendió el cubismo hacia lo heterogéneo y lo identitario, y Emilio Pettoruti, finalmente, lo situó como fundamento de su propia identidad como artista, prolongando en el tiempo la herencia cubista en la geografía americana. En el brasileño Do Rego Monteiro, poscubista con una economía cromática y sintética, se perciben también las influencias por las raíces primitivas de Brasil.