Desde que la Colección fue adquirida en 1993, el ahora Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, que llevaba abierto al público un año, entró a formar parte del patrimonio artístico español y vino a completar la oferta pictórica madrileña aportando movimientos, escuelas y artistas que no estaban representados en los otros museos españoles. A lo largo de estos 25 años, la pinacoteca ha cumplido su misión de transmitir conocimiento y de educar a través de su Colección, un ambicioso programa de exposiciones y una gran variedad de actividades. Duccio, Van Eyck, Carpaccio, Durero, Caravaggio, Rubens, Sargent, Monet, Van Gogh, Gauguin, Kirchner, Mondrian, Klee, Hopper… son solo algunos de los grandes nombres de la pintura cuya obra puede contemplarse en el Museo. Cerca de mil obras que permiten recorrer la historia de la pintura occidental desde el siglo XIII hasta el XX.
La denominación de Nacional sirve para recalcar la condición pública de la Colección Thyssen-Bornemisza, adquirida por el Estado en 1993 al barón Thyssen-Bornemisza, y equipara el Museo con otras grandes instituciones culturales como el Museo Nacional del Prado o el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Este cambio de nombre no afecta a la naturaleza jurídica ni al funcionamiento del Museo.
La baronesa Thyssen-Bornemisza y Francesca Thyssen-Bornemisza, hija del barón, expresaron su agradecimiento por este reconocimiento. Francesca añadió que tanto ella como sus hermanos estaban “muy contentos y orgullosos”, como también lo estaría su padre.
La Thyssen-Bornemisza fue una de las colecciones privadas de pintura más importantes reunidas en el siglo XX, y la historia de su desarrollo es sin duda una de las más fascinantes del coleccionismo. Aunque su origen es privado, hoy pertenece a todos los españoles. Desde 2004 se suma a este legado una parte destacada de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, con más de doscientas obras en depósito gratuito que completan los estilos y géneros presentes en la colección permanente.