Enriqueciendo este nuevo discurso se exponen en la sala 34, durante un año, los dos primeros bocetos preparatorios que realizó Goya para el cuadro de altar La predicación de San Bernardino de Siena ante Alfonso V de Aragón con destino a una de las capillas de la nueva Real Basílica de San Francisco el Grande de Madrid. Propiedad de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, el primero de los bocetos se expuso por última vez hace más de cien años, mientras que el segundo se presenta al público por primera vez. Ambos óleos han sido recientemente restaurados en el Prado.
La salida de una significativa selección de obras de Goya con motivo de la colaboración del Prado en la exposición celebrada recientemente en la Fondation Beyeler en Basilea [1] ha favorecido la realización de varias intervenciones para la reinstalación de sus salas 34 a 38 con el propósito de ofrecer al visitante un nuevo discurso expositivo y narrativo de una parte significativa de la colección de este maestro universal. Se han abierto sus balcones, dos dirigidos hacia el Paseo del Prado y el último al Jardín Botánico, permitiendo la entrada de luz natural y se ha creado una nueva sala de mayores dimensiones al unir las salas 37 y 38. En ésta destacan las pinturas de la Maja desnuda y la Maja vestida unidas al retrato de la Marquesa de Santa Cruz y, por primera vez, a una de las pinturas de Tiziano que representan a Venus.
Esta nueva ordenación se ve enriquecida, en la sala 34 dedicada a pintura religiosa, con la exposición de los dos bocetos ya citados de Goya, que permite conocer el proceso creativo de esta obra y la manera precisa y eficaz del artista de concebir una composición de gran complejidad. En esta misma sala, presidida por Cristo crucificado de 1780, que le valió al artista su ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, se reúnen, además, tres bocetos de cuadros de altar para importantes iglesias, como las catedrales de Toledo y Sevilla, y pinturas destinadas a oratorios o pequeños altares de destacados clientes particulares. El conjunto revela el desarrollo estilístico de Goya durante cinco décadas, así como su concepción original y más realista de los hechos religiosos y de las acciones de los santos y seres divinos, y su novedosa utilización de la luz.
Las salas 35 y 36 continúan el recorrido por los retratos pintados por Goya a partir de la década de 1780 y hasta la de 1800, mostrando el panorama de clientes que buscaron a este artista convertido pronto en el retratista más importante en la corte de su tiempo. En ellos desaparece ya algo del idealismo y la atemporalidad que hasta entonces habían sido normas del género y se puede observar la excelencia del artista en analizar con profundidad el carácter de los modelos y de convertir cada una de estos retratos en una obra única en cuanto a la composición y expresividad.