La muestra, comisariada por Alejandro Castellote, propone una revisión retrospectiva a partir de las constelaciones temáticas que recurrentemente han poblado el universo del autor. Las reflexiones en torno a la identidad y la memoria, la introspección y la intimidad o la representación de lo no visible discurren paralelas a una experimentación formal que abandona progresivamente la tradición bidimensional para adentrarse en una experiencia más escultórica de la fotografía.
Así es como Castellote se ha imaginado el espacio expositivo, dejando a un lado el recorrido cronológico para optar por otro «en el que se mezclan los periodos para completar esa circularidad. Es ir hacia delante y hacia atrás continuamente, porque el presente se construye a través del pasado».
La muestra reúne 70 obras, realizadas entre 1988 y 2015, que acercan al espectador el trabajo del fotógrafo, en el que la mirada como enigma irresoluble constituye una fuente inagotable de investigación.
Proyectos más significativos
La selección incluye los proyectos más significativos del artista, aquellos que «tienen relación con los temas que me interesan: el vacío, el desamor, el desencuentro, la sociedad como fracaso… Todo lleva a una conciencia melancólica que gira alrededor de toda la obra, pero que también busca la belleza, que para mí tiene que ver con el espacio del consuelo, necesario para poder sobrevivir en estos tiempos», explica González Palma.
Para el artista los grandes temas y preocupaciones del ser humano se repiten a lo largo de la historia, por eso se decanta por aquellos que están ligados «a esas experiencias personales y primarias». Pero lo que prima es la imagen, «no me gusta hablar de fotografía porque lo que me apasiona es la imagen, lo que la imagen puede generar pero principalmente lo que oculta. Siempre he creído que todo lo que está oculto en la imagen es lo que realmente es la obra», concluye.
Evolución, temática y técnicas
Toda la exploración artística de Luis González Palma constituye una reflexión profunda sobre la mirada, que interroga la historia y condición humana. Ya en sus primeras series se manifiesta una sólida posición crítica respecto al contexto sociopolítico de su país. Sus retratos, y los materiales etnográficos que los acompañan, están alegóricamente recubiertos de un velo de silencio, un signo de ese otro silencio que su generación hubo de mantener frente a la omnipresente violencia de la guerra civil en Guatemala (1960-1969).
Su corpus fotográfico se podría dividir en tres etapas creativas. En la primera, que se desarrolla a finales de los años ochenta, el artista utiliza la fotografía para mostrar una imagen diferente de su país, más profunda e íntima, desde una mirada crítica. La mayoría de las obras de estos primeros años son retratos frontales de mirada fija y directa de individuos de aspecto maya, con símbolos del imaginario popular y religioso. En este periodo despliega un lenguaje simbólico e iconográfico rico y polisémico que desestabiliza la posibilidad de una mirada única y dominante. En el rostro y la mirada explora rastros como el trauma, el sentimiento de pérdida irreparable e irreversible, el dolor, el silencio o símbolos de transgresión, reflejando la violencia que hubo en Guatemala a lo largo de más de cinco siglos. Generalmente las fotografías de esta época están impresas en superficies no convencionales y tratadas en procesos de recubrimiento y descubrimiento de la imagen, utilizando materiales como el betún, el petróleo y el polvo dorado para alcanzar tonos sepia con el fin de evocar una cierta sensación de antigüedad.
De lo popular a lo íntimo
A partir de los años noventa, la obra del artista transita por un camino que lo lleva de lo popular a lo íntimo. Su obra comienza a concentrarse en la exploración de la memoria y las obsesiones personales. Empieza a desvincularse de todo lo relacionado con el mundo indígena y con Guatemala, un cambio que coincide con el inicio de su relación con Graciela de Oliveira y con su traslado a Córdoba (Argentina).
Bajo el título genérico Jerarquías de intimidad, González Palma crea en este momento las series Conjugación de intimidad (2003) con poemas escritos de Graciela De Oliveira; El Encuentro (2004); El Duelo (2005); La luz de la mente, (2005); La Anunciación (2006-2007) y La Separación (2008). Aspectos como la intimidad, la incomunicación, el encierro interior, la frustración de la pasión amorosa o la angustia se revelan con frecuencia en espacios irreales y fantásticos con ciertos ecos surrealistas.
En esta etapa muchas de sus obras dejan de lado el retrato para centrarse en los espacios, objetos, instalaciones, para generar una serie de metáforas: sillas en las que no se puede descansar, objetos que dan la sensación de amenaza, presencias ausentes o escenarios desolados.
Su obra más reciente es Möbius, en proceso desde 2013, en la que experimenta con la abstracción interviniendo fotografías antiguas y nuevas a través del uso de figuras geométricas y de color. En esta etapa la deconstrucción y desarticulación de las formas –llevada a cabo en distintos formatos y soportes– sirve para explorar la imposibilidad de percibir la realidad, o en su caso una imagen, en toda su completa totalidad.
- Visitas comentadas gratuitas: los jueves a las 12.00 h. Sin reserva previa, aforo limitado.