La Royal Academy of Arts de Londres tenía previsto inaugurar la primera gran retrospectiva de su obra en el Reino Unido en septiembre de 2020, pero se pospuso debido a la pandemia. «Hemos aprovechado estos años para empezar de cero», explica Andrea Tarsia, comisaria de la exposición. «Marina ha sido generosa al desarrollar no una, sino dos exposiciones con nosotros».

La esperada muestra (del 23 de septiembre de 2023 al 1 de enero de 2024) abarcará sus 50 años de carrera y recorrerá su obra a través de fotografías, vídeos, objetos e instalaciones, así como cuatro de sus revolucionarias performances.

Una de ellas será Rhythm 0, realizada por primera vez en 1974 en una galería de Nápoles. Abramović colocó en una mesa diferentes instrumentos que proporcionaban placer y dolor, y puso a disposición del público su propio cuerpo. Durante seis horas el público podía hacer con ella lo que quisiera, ya que la artista mostraba pasividad en todo momento.

Lo que comenzó de manera más o menos tranquila se fue caldeando, navajazos incluidos, hasta que alguien le apuntó con una pistola; las peleas entre el público, dividido en dos bandos, se desataron y la acción tuvo que terminar abruptamente.

Fetichismo cero

En esta ocasión, en la Royal Academy se mostrarán los 72 objetos utilizados durante la performance, aunque no los originales, ya que la artista nunca estuvo interesada en ellos: «Mi actitud hacia los objetos desde el principio fue de falta de preocupación. No quería crear ninguna situación fetichista. Estaba muy en contra de guardar los objetos de las performances, como hacían Gina Pane o Chris Burden, que guardó los clavos».

De esta manera, cuando Abramović terminaba, desechaba los objetos que había utilizado. Y cada vez que la repetía compraba otros nuevos. Al respecto se dio una situación interesante cuando participó en la exposición Out of the Actions (1998) con esta misma pieza, Rhythm 0. Cuando le invitaron, Abramović pensó: «Creo que sería ridículo representarla [la obra] con pequeñas imágenes de la performance y que sería mucho más interesante si la gente pudiera ver los objetos». Así, mandó un dibujo de cómo se debía montar la mesa, cubierta con un mantel blanco, una lista de los 72 objetos que se debían comprar, y unas transparencias que se proyectarían encima de la mesa. Esto provocó que el comisario le escribiera enfadado solicitándole los objetos originales.

Sorprendentemente, la célebre obra The Artist is Present será escenificada de nuevo a través de imágenes de archivo, mientras que otras serán ejecutadas por la nueva generación de artistas formados en el ‘Método Abramović’. «Se trata de un elemento apasionante de la exposición, y es un proceso que se ha ido desarrollando a lo largo de muchos meses», explica Tarsia. «Comenzó con una serie de audiciones en las que seleccionamos a unos cuarenta artistas emergentes, que han pasado por un periodo de formación en el ‘Método’, que consiste en una serie de ejercicios concebidos por ella en la tradición de artistas como Tadeusz Kantor o directores de teatro experimental como Jerzy Grotowski». Es el caso de Imponderabilia (1977), en la que Abramović y su antiguo socio y colaborador, el difunto Ulay, permanecían desnudos en una estrecha entrada, obligando a los visitantes a apretujarse entre ellos y elegir a quién mirar.

La exposición concluirá con una representación de The House with the Ocean View (2002), una intensa obra de larga duración realizada a raíz del 11-S, en la que la artista vivió durante 12 días en tres unidades especialmente construidas en la Galería Sean Kelly de Nueva York, subsistiendo únicamente a base de agua.

Documentación

Marina Abramović tuvo claro desde el principio que quería documentar todas sus performances: «Tenía un fuerte sentido de responsabilidad histórica». Cuando comenzó su carrera los artistas se cuestionaban si debían documentarse o, por el contrario, permanecer solo en la memoria, pero ella lo tuvo claro: «Yo siempre documenté, incluso desde los comienzos». Era tan importante documentarlas que la artista habitualmente instruía a la persona que fuera a fotografiar o grabar sus propuestas para controlar así los resultados.

En el caso de Rhythm 2 (1974), por ejemplo, instruyó al fotógrafo para que sacara fotografías frontales y primeros planos de las manos. La artista enseguida se hizo con los negativos: «No sabía si iba a hacer fotografías grandes o pequeñas, pero sabía que quería tener la documentación. Tenía el control, y así quería que fuera».

Gracias a esa obsesión y control por parte de la artista hoy en día podemos disfrutar de las acciones realizadas tiempo atrás. Lo que, al menos por el momento, sigue siendo un misterio es la naturaleza exacta de su participación en directo en la exposición. Estaremos atentos.