Como contrapartida, desde el museo madrileño se desplazará a finales de mayo a Valladolid un lienzo de Tiziano que representa a San Jerónimo penitente [1] y se fecha entre sus obras finales, hacia 1575.
Como destaca el Museo Nacional, «la elección no es una casualidad. Aunque sea la escultura el hilo conductor de la colección del museo, algunas de sus obras pictóricas tienen una altísima calidad, pero entre ellas no hay ninguna pintura del maestro veneciano. Por eso es una oportunidad disfrutar de su paleta y de su luz y admirar a uno de los grandes pintores europeos de todos los tiempos, especialmente ligado a España».
Además, en la sala donde podrá contemplarse este Tiziano hasta el mes de septiembre se reflexiona sobre la imagen artística de la penitencia y San Jerónimo es la personificación de esa actitud. Y aunque es anterior a las obras con las que compartirá espacio, el mensaje es idéntico al que transmiten la Magdalena de Pedro de Mena o el San Bruno de Carlo Bononi: la renuncia, el sacrificio y el perdón como instrumentos de lucha contra el protestantismo, especialmente reactivados en la España barroca.
Tiziano había fijado su modelo iconográfico desde 1550, optando por la representación del estudioso en un retiro boscoso y no en su celda, como fuera tan frecuente en la Edad Media. La escena se desarrolla en el clima de un bosque abocetado, quizás inconcluso como se ha dicho, pero con ese aspecto fascinante de lo que se ha llamado impresionismo mágico.