Moholy es un apellido más conocido por Lázlo Moholy-Nagy, el artista húngaro con el que Lucia Schulz se casó en 1921, formando a partir de entonces una pareja artística que repetidamente colaboró en numerosos proyectos. El primero de ellos sería el tratado fotográfico Produktion-Reproduktion, en el que precisamente reflexionaban sobre la dualidad en la función de este medio. Al haber estudiado Filosofía e Historia del Arte y trabajar como editora y crítica de arte, Lucia encontró un hueco en la Bauhaus cuando Lázlo se incorporó en 1923 a la escuela, de la que ambos fueron profesores hasta que la presión nazi llevó a su cierre 10 años después.
En la trayectoria de esta artista se incluyen 15 años, de 1923 a 1938, dedicados a la fotografía que exploró en su dimensión documental y artística, las cuales se encuentran presentes en esta muestra a través de una selección de obras que pretende rememorar a Lucia Moholy, cien años después.
¿Testimonio o contribución?
Las imágenes que tomó en Dessau manifiestan cómo el arte concebido en la Bauhaus, uno de los principales centros creativos en la primera mitad del siglo XX, podía contemplarse a través de la fotografía. Así, el punto de vista de Moholy plasmado en sus instantáneas nos permiten conocer la Bauhaus en todas sus dimensiones, desde los edificios de que se compuso en Dessau y sus habitantes –incluyendo al profesorado compuesto por Gropius, Kandisnky o Klee– a los diseños que se creaban y los trabajos que allí se llevaban a cabo.
Sin embargo, lejos de ceñirse a la mera reproducción de la realidad, imprimió su sello personal al centrarse en las formas de los objetos, destacando sus volúmenes, líneas y texturas, jugando con las perspectivas para emular con sus enfoques el estilo y el diseño de aquello que retrataba. De forma que su fotografía intervino en la percepción de la escuela y sus creaciones, cumpliéndose así su máxima, en la que defendía que “no solo el arte ha tenido influencia sobre la fotografía, si no que la fotografía también ha tenido cierta influencia sobre el arte”.
Retrato y denuncia
Su producción también incluyó retratos de personajes de la esfera cultural e intelectual que le rodeaba, en los que se aprecia una sutil e íntima expresividad. Mediante el uso de primeros y medios planos, de frente o de perfil, lograba la abstracción de las figuras para extraer formas geométricas en un sentido constructivista de sus fotografías. No obstante destacan los rasgos psicológicos que supo captar y plasmar en algunos de sus retratos, ejemplo de ello sería el que realizó de su colega Franz Roh o del físico Patrick Maynard Stuart.
Entre 1930 y 1933, sus viajes mostraron otra faceta de su obra en la que se aproximó al valor reivindicativo de las imágenes. Pasó a interesarse por temas más comprometidos con la sociedad de su momento, como muestran las fotografías de Clara Zetkin, activista de los derechos de la mujer en Berlín, o las instantáneas de la Antigua Yugoslavia, de fuerte contenido político y social.
Instalada en Londres, tras huir de Alemania y divorciarse de Lázlo, Lucia Moholy se mantuvo gracias precisamente a sus retratos, abriendo un estudio por el que pasaron distintas personalidades de la ciudad. Allí publicaría en 1938 Cien años de fotografía, compendio de su experiencia teórica y práctica de gran importancia en la historia de esta disciplina, a la que dedicó otros estudios a lo largo de su carrera.
Con esta retrospectiva resurge la figura de una fotógrafa que no siempre obtuvo su debido reconocimiento, ignorándose su colaboración en diversos proyectos, como su aportación fotográfica a los 14 volúmenes sobre la escuela de la Bauhaus encargados al matrimonio, de los que el último es el único que le reconoce la autoría de las ilustraciones, o su contribución con más de cincuenta fotografías a La nueva arquitectura y la Bauhaus de Walter Gropius que nunca le fue reconocida.