Antonio era una institución en el mundo del arte, pero un desconocido, pese a sus largos años de crítico, galerista y poeta. Algunos le relacionan sólo con la Galería Orfila, ignorando su bagaje cultural y una obra cuajada de intensidad. Para otros era aquel señor, un tanto hosco, que estaba en “Orfila”, entrando a la derecha, siempre escribiendo o escuchando música clásica y sin muchos miramientos para el preguntador. Para mí, un poeta envuelto en lejanías, tratando de esconder su ternura y su ajenidad a lo banal.
Antonio Leyva Fernández, Madrid 2 de abril de 1934, estudió en el colegio de los agustinos y luego fue a la universidad, pero ya siendo estudiante, junto a José Antonio Suárez de Puga, crea los pliegos de poesía Trilce y dirige las ediciones que este sello editó. Fue redactor de la revista Acento cultural y con Javier Villán sacaron Crónica Tres, revista que dirigió hasta su desaparición. Defensor de la libertad y sempiterno antifranquista.
Forma parte de la Asociación Cultural Machado y crean la librería Antonio Machado, que abandona para fundar la Galería Orfila, en 1973, con Julián Marcos; además inaugura otra galería, Duris de Samos, y aún otra en San Lorenzo de El Escorial con el pintor Manuel Viola, La Casa de la Reina.
Tuvo una etapa pospostista, publicando en las revistas Doña Endrina, El Pájaro de paja, Deucalión, Arcilla y Rocamador. Amigo que fue de Antonio Fernández Molina y de José Fernández Arroyo, entre muchos otros. Activista cultural dio recitales en el Ateneo, La Universidad o el Club de Amigos de la Unesco.
En 1978 dirige Expoarts, la primera feria de arte celebrada en España. Como crítico pertenecía a las Asociaciones Madrileña de Críticos de Arte, AECA y AICASpain. Participó en la redacción de varios diccionarios de artistas, como el “Antolín” y el “Fernán-Gómez”. En 1978 inició la colección “Los Contemporáneos”, publicando más de cuarenta monografías de, entre otros, Antonio Guijarro, Margarita Calvary, Barceló Ballester, David Cearns, Alicia Cerniak, Carlota Cuesta, Carlos del Moral, Beatriz Gutman, Lorenzo Mena, Antonia Payero, Cinabrio Quijano, Pablo Schugurensky, Juan Terreros, Francisco Aparicio, Pilar de la Vega, Elvira Gutiérrez…
Amigo personal de Francisco Mateos, abre la galería con una exposición de Laxeiro; frecuentó y apoyó Estampa Popular e hizo de la galería un espacio para la cultura, con recitales, presentaciones de libros, conferencias y conciertos, en los que eran habituales Fanny Rubio, Julia Sáez-Angulo, Carlos Álvarez, Arturo del Villar, López Gradolí, Lacarta…
Figura en antologías y libros colectivos como Homenaje a César Vallejo y Blas de Otero, Presencia Poética Universitaria, Homenaje a Picasso, La Memoria y la Sangre, Antología de la libertad, Homenaje a El Salvador… Como poeta ha editado numerosos libros: Hombre solo, Las Arengas, Contraseñas, Signos y Contraseñas, Tratado de la inocencia, De las tentaciones, Odiseo Laertíada, Como si mi voz fuera un cuerpo en el paisaje de tu piel desdibujado, con estampas bellísimas de Mercedes Gómez-Pablos; Ventanas cerradas cerraduras, Maqama para despertar al gallo del viento, En el mes cuatro del dos mil veinte el año…
Puedo decir con absoluta tranquilidad que los he leído, que participé en la presentación de alguno de ellos y que los conservo con sus dedicatorias, siempre parcas, como lúcidos jirones del alma y del tiempo. Fue un poeta comprometido, social, engagé, que fue derivando hacia el experimentalismo, a la fusión de sonidos, técnicas y osadías, con resultados en ciertas ocasiones brillantes.
De la preocupación social, al lirismo sensual; de la música al vanguardismo; de la experimentación a un idiolecto complejo, denso, sin respiro, que te va llevando a un vértigo sobrecogedor, atosigante, deslumbrado de imágenes y referencias, como ocurre en sus últimos rubros, Ventas cerradas cerraduras y, sobre todo, su Maqama, resucitando un viejo género morisco con raíz en las Alpujarras, alpujarreño él de corazón y de aventura.
De aspecto taciturno, elegiaco, pesimista, barojiano, solanesco, mateosiano, interpreta su música en el piano destrozado de Hölderlin, o en voces imbeles de cantores infinitos. Su dedicación al galerismo no puede ocultar ni su pasión por la poesía ni su feraz visión de la cultura, ni su amplia y generosa difusión del arte coetáneo. Adiós al amigo de tantas luchas con el arte y tantos versos. Nuestras condolencias a sus hijos y a toda la familia “Orfila”. ¡Sit tibi terra levis, ubicumquepaxtua est!