En medio del océano Pacífico, a 1.000 kilómetros del archipiélago de Hawái, se extiende un amasijo de plásticos tan inmenso que ha sido bautizado como “el séptimo continente”. Se estima que ocupa entre 1,7 y 3,4 millones de kilómetros cuadrados (es decir, de 3 a 7 veces España) y su peso ronda los 3,5 millones de toneladas.
Este desastre ecológico de proporciones inabarcables y consecuencias nefastas inspiró al diseñador Álvaro Catalán de Ocón. Basándose en el concepto de la reutilización y con ayuda de algunas poblaciones indígenas colombianas, se decidió a transformar las botellas de plástico en lámparas que no solo fuesen funcionales, sino que además reflejasen la cultura de los pueblos del Amazonas.
La meta es actuar contra el problema, en este caso desde el punto de vista del diseño y de la cultura colombiana. Conscientes de que no pueden solucionarlo ellos solos, el objetivo que buscan es dar a conocer el conflicto y poner el acento sobre la posibilidad de que un objeto original, en principio inservible y condenado a contaminar, puede llegar a tener una nueva vida.
La evolución de PET Lamp
La trayectoria del proyecto PET Lamp da comienzo en el año 2011, cuando la psicóloga Hélène Le Drogou invita a Catalán de Ocón a dar su punto de vista como diseñador sobre la problemática de la contaminación en el Amazonas derivada de los residuos plásticos.
Allí, los Esperara y los Guambianos, poblaciones indígenas de Colombia, participaron en el proyecto construyendo unas lámparas en las que reflejan su cultura y su artesanía al tiempo que reinventan el sentido original de los recipientes. En agosto de 2012, con el asesoramiento de Artesanías de Colombia, el diseñador volvió a Bogotá para crear un taller de artesanos en el Cauca.
De desecho a diseño y, ahora, a exposición fotográfica. La vida de PET Lamp no acaba, se transforma, y actualmente se recicla en una muestra de instantáneas que se celebra, hasta el día 8 de octubre, en Mondo Galería (Madrid).