Zobernig es conocido por la larga evolución que ha sufrido su arte dentro del posmodernismo, un arte basado en la revisión y el cuestionamiento de las tendencias previas al último cuarto del siglo XX. De esta forma ha ido fluctuando y experimentando con diferentes movimientos como el neominimalismo en los 80, la inspiración en el Pop –destacan sus piezas inspiradas en los Love de Robert Indiana– hasta llegar al Color Field Painting, que vuelve a evocar bajo sus propios términos en la selección de pinturas expuestas en esta ocasión.
Lejos de adscribirse a un solo medio artístico, el austriaco explora todas las manifestaciones creativas, desde la escultura a la instalación o el vídeo, y su interés alcanza la dimensión expositiva de la museografía, tal y como demostró en la exposición que le dedicó el Museo Reina Sofía en 2012.
A golpe de color
Su interés por la teoría del color se inicia a finales del siglo XX, cuando publica junto a otros artistas Farbenlehre (1995), donde se reúnen los principios rectores en este campo. No obstante, la traducción de estos a su lenguaje pictórico no ha sido siempre igual. Sus pulcras y lineales retículas, en las que se insertan cuadrados coloreados evocando a Mondrian, son bien conocidas, mientras que sus últimas producciones tienden a lo que nos presenta ahora, una abstracción aparentemente anárquica en la cual la potencia del color surge como un recurso expresivo para dotar de significado y contenido a las piezas.
No se transmiten ideas o mensajes, sino sentimientos o emociones a los que convencionalmente asociamos determinados colores. Así, la intensidad de naranjas, verdes y azules, rayanos en la fosforescencia, combinados con tonos más neutros como el gris, el blanco o el negro, nos contagian su frialdad, angustia, euforia o frenesí.
Un sentido dramático y trágico se hace especialmente patente en las obras de gamas más apagadas y oscuras que se presentan al final de la exposición. Estos lienzos de gran formato surgen ante el espectador como agujeros negros que absorben la mirada, pozos sin fondo ante los que el vértigo nos advierte del peligro de caer en un abismo.
Control y medida
Lo más importante, sin embargo, no es el propio contenido, ni tan si quiera el cromatismo de estas obras, sino la técnica, el proceso de creación que se advierte capa a capa en la superficie pictórica. De esta forma, Zobernig va incorporando transparencias y veladuras que aumentan los matices y la riqueza de los tonos.
Puede parecer que estas pinturas evocan el tradicional concepto de caos, pero en realidad son producto de un medido estudio en el que cada una de las piezas es el resultado de un experimento muy controlado.
Ese caos no es más que fachada y ficción. Debido a este dominio sobre el proceso, Zobernig puede reproducir obras muy similares entre sí como signo de su capacidad, y así lo demuestra en Sin título HZ 2015-080 y Sin título HZ 2015-081, entre las que la única diferencia aparente es el formato.
Ya sea por aquello que transmite o por el desafío de percibir el procedimiento que el artista emplea para dar lugar a estas pinturas, esta exposición supone una ocasión imprescindible para acercarse a las creaciones de Heimo Zobernig y perderse en ellas.