En esta ocasión, el icónico espacio de la Ciudad de México diseñado por el arquitecto Alberto Kalach se aleja de las dinámicas de consumo del sistema del arte, que en aquel tiempo protagonizaba la obra de Orozco, hacia un cuerpo de obra que por primera vez reúne el trabajo que ha realizado desde la pandemia hasta ahora en las distintas ciudades donde radica cual nómada urbano: Ciudad de México, París, Tokio y Nueva York.
Las piezas centrales de la exposición, que se ha convertido en una de las muestras más exitosas de la temporada de la capital mexicana, son pinturas de gran formato que presentan una redefinición del Hombre de Vitruvio fusionado con la diosa azteca Coatlicue, quien representa dualmente tanto la fertilidad que da vida como la muerte que consume a todo ser vivo.
Orozco no es tímido al presentar a la diosa en el lugar que ocupan los genitales del Hombre de Vitruvio, fusión no fortuita y presente en todas las obras que conforman la serie, excepto en aquellas donde el Hombre dibujado por Da Vinci se convierte en una rana abierta a cuatro patas con las mismas dimensiones «perfectas» que se consideraban en aquel tiempo.
A la par de las pinturas, se muestran perimetralmente y un tanto disociados los dibujos de su Diario de Plantas, páginas de su libreta con estudios sobre hojas recopiladas entre Tokio y Acapulco fruto de su curiosidad, u ociosidad, durante la pandemia.
Esta es casi la primera vez que Orozco indaga sobre lo orgánico y lo objetual en la naturaleza, más allá del objeto en sí mismo, como le caracterizaba –no olvidemos su caja de zapatos vacía expuesta hace 20 años en la Bienal de Venecia.
La presencia de materiales como el tezontle y el mármol blanco se encuentran no sólo en las esculturas sino también en las pinturas que, a través de un efecto visual de empastados, recrean a la diosa coatlicue en un efecto casi de tercera dimensión que emula a los centros ceremoniales aztecas.
Reinvindicación intencional o no, la exposición muestra trabajo de fondo, mucha pintura, decenas de dibujos y algunas esculturas, que pocas veces vistas en el artista, evidencian muchas horas de taller y trabajo minucioso, frente a las fuertes críticas que ha recibido a lo largo de su trayectoria, considerando su obra un «arte falso» que copia a Duchamp con intentos de ready mades. Aquí nada parece estar puesto tal cual es como objeto, sino que ha creado al objeto en sí mismo evidenciando las influencias de un artista cosmopolita con raíces aztecas.
Exposición de Gabriel Orozco en Galería Kurimanzutto. Hasta el 27 de abril de 2024.
Belleza en lo mundano
La obra de Gabriel Orozco abarca una amplia gama de medios, incluyendo escultura, fotografía, vídeo, dibujo e instalación. Es reconocido por su enfoque innovador y su obra refleja una profunda exploración de temas como la identidad, naturaleza, espacio y tiempo; siempre desafiando convenciones artísticas y encontrando la belleza en lo mundano. Su estilo distintivo y compromiso con la innovación lo sitúan como una figura central en el panorama del arte contemporáneo.