Neurólogo de profesión, –ejercía esa disciplina de la ciencia médica con la pasión de quien descubre cada día un hallazgo propulsor–, encontró en el arte un lugar en el que quedarse a vivir. “No concibo la vida sin la belleza, y el arte es belleza”, decía quien ya en los años 50 viajó a París en donde pronto amistó con Chillida, Palazuelo, Millares, Chirino o Picasso.
“Tratar con gente así te hace ver lo pequeño que eres en comparación con esos elegidos”. Lo decía sin el menor atisbo de falsa modestia quien, el tiempo y los hechos han corroborado con creces, fue otro de esos elegidos.
Académico de la Real Academia Nacional de Medicina, de la Academia de Doctores y de la de Bellas Artes de San Fernando, entre otro insigne número de cargos y responsabilidades, se jactaba de tener en la amistad su mayor aliado: “Si tuviera que elegir un solo sentimiento probablemente me quedaría con el de la verdadera amistad”, afirmaba quien hizo de la filantropía razón de existencia.
A los 91 años, Alberto Portera cierra la entrañable colección de sus saberes. Que su sonrisa descanse. Que su recuerdo nos alivie.