El 27 de mayo de 2022 se cumple el centenario del nacimiento de Christopher Lee, uno de los actores más importantes y admirados del cine fantástico. Lee encarnó la versión definitiva de nuestros villanos preferidos. Fue Drácula, la criatura de Frankenstein, Fu Manchú, la Momia, Rasputín y Saruman. Se enfrentó a James Bond y a Obi-Wan Kenobi. Con sus más de 250 interpretaciones dejó un recuerdo imborrable en varias generaciones de cinéfilos. Tanto que podemos afirmar que nunca hubo otro actor como él. Y probablemente nunca lo habrá.

Para el equipo de hoyesarte.com hay un largometraje de Lee especialmente terrorífico. Se trata de Doctor Terror (Dr. Terror’s House of Horrors, 1965), la más conocida de las películas de episodios de la productora Amicus. En el filme interpreta a Franklyn Marsh, un arrogante crítico de arte que disfruta menospreciando a un pintor, hasta que este le devuelve la afrenta, humillándole en público. Marsh ajusta cuentas atropellando al pintor. Como consecuencia del accidente, el artista pierde una mano y acaba suicidándose. Será el miembro cercenado del pintor el que se arrastre para vengarse de Marsh. La mano, todo hay que decirlo, es un rígido trozo de plástico, pero el miedo es palpable gracias a la actuación de Lee en el papel del aterrorizado crítico, una interpretación que ha provocado más de una pesadilla a nuestros redactores.

No es que Lee acostumbrara a interpretar a víctimas. Lo suyo era encarnar a monstruos y villanos. Es fácil adivinar por qué. Con su metro noventa y seis, su majestuoso porte y su mirada, oscura y penetrante, estaba destinado a ser el Drácula más imponente de la gran pantalla. De hecho llegó al mundo dos meses después de que se estrenara en los cines Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, 1922), la magistral adaptación de F.W. Murnau de la obra de Bram Stoker.

Christopher Frank Carandini Lee nació en Belgravia que, aunque suena a los Cárpatos, es un privilegiado barrio londinense. Hijo de un teniente coronel y de una condesa, cuyo linaje se remonta a Carlomagno (algo de lo que el actor haría gala a lo largo de su carrera), tuvo su bautismo teatral en su época estudiantil. Durante la Segunda Guerra Mundial fue un héroe condecorado, aunque varios historiadores afirman que algunas de las hazañas de las que presumía, como formar parte de las fuerzas aéreas especiales o haber sido «cazador de nazis», resultan algo inverosímiles. En 1947, incapaz de trabajar en una oficina tras su experiencia en el frente, decidió retomar su amor por las tablas, tras lo que vendría una década de frustración, al ver que su carrera no acababa a arrancar, consiguiendo únicamente pequeños roles en películas de aventuras como El temible burlón (The Crimson Pirate, 1952) o papeles no acreditados en largometrajes como Hamlet (1948) o Moulin Rouge (1952).

Lee tenía una voz poderosa e hipnótica, que le permitió realizar algunos de sus primeros trabajos como doblador, y una impresionante estatura que suponía una barrera para conseguir papeles relevantes, por eso resulta paradójico que su gran oportunidad en el cine se le presentase gracias a su altura, en un papel en el que no tenía ni una línea de diálogo. Como explicaría él mismo: «Me dieron el rol por mi altura, que hasta entonces llevaba diez años quitándome papeles». Lee interpretaría a la criatura en La maldición de Frankenstein (The Curse of Frankenstein, 1957), el título que inauguraría el ciclo de terror gótico en technicolor de Hammer Films, la productora británica destinada a renovar el género fantástico en los años 60. En el largometraje colaboraría por primera vez con el genial director Terence Fisher y compartiría protagonismo con Peter Cushing. Cuando Lee se quejaba a su compañero de reparto de no tener diálogos, este le contestaba con sorna: «Considérate afortunado. ¡Yo he leído el guion!».

Un año después interpretaría el papel que le consagraría en Drácula (1958). En los albores del cine sonoro, Bela Lugosi había aportado al personaje su elegancia y su característico acento rumano. Lee añadiría al vampiro una sensación de amenaza y fuertes cargas de erotismo. Cuando clavaba sus colmillos en una de sus víctimas no cabía duda de que aquello era una penetración. Lee se convertiría en el rey de Hammer Films, trono que compartiría con su amigo Peter Cushing. Juntos formaron la pareja por excelencia del cine fantástico en un total de 22 producciones. Lee bromeaba al respecto: «Peter Cushing y yo hemos hecho tantas películas de terror que la gente cree que vivimos juntos en una cueva».

Lee se cansaría pronto de un personaje al que llegaría a interpretar en 10 ocasiones. En la segunda entrega de la saga, Drácula, príncipe de las tinieblas (Dracula: Prince of Darkness, 1966), el vampiro era mudo y se limitaba a gruñir.

El actor aseguraba que fue eliminando líneas del guion al ver la escasa calidad de los diálogos, lo que hizo que Terence Fisher silenciara al personaje en el filme. Lee trataría de introducir fragmentos de la obra de Bram Stoker en sus intervenciones, sin éxito. El imponente actor reinventaría a otro de los monstruos clásicos de la Universal en La momia (The Mummy, 1959), una de las mejores películas de Fisher.

En El perro de Baskerville (The Hound of the Baskervilles, 1959), de nuevo a las órdenes de Fisher, interpretaría a Sir Henry Baskerville, mientras Cushing se calzaba la gorra y la pipa de Sherlock Holmes.

Nuestro protagonista es un caso único en la gran pantalla, al haber interpretado a tres personajes diferentes de la obra de Arthur Conan Doyle. Además de ponerse en la piel del último descendiente del linaje maldito de los Baskerville, sería Mycroft Holmes, el hermano de Sherlock, en la película de Billy Wilder La vida privada de Sherlock Holmes (The Private Life of Sherlock Holmes, 1970), donde excepcionalmente no llevaría peluquín. Durante el rodaje, a orillas del lago Ness, Billy Wilder observó los murciélagos sobrevolando y le dijo a Lee: «Debes sentirte como en casa».

El actor interpretaría en tres ocasiones al detective de Baker Street: en Sherlock Holmes y el collar de la muerte (Sherlock Holmes und das Halsband des Todes, 1962), una producción alemana dirigida por Fisher, y en dos telefilmes de comienzos de la década de 1990. Su papel como Sherlock Holmes no fue la única ocasión en que Lee encarnaría al héroe del largometraje. Algunas de sus mejores interpretaciones para Hammer Films lo presentaban en roles amables. Es el caso de La Gorgona (The Gorgon, 1964) o la excelente cinta de terror satánico La novia del diablo (The Devil Rides Out, 1968), que Lee valoraba como una de sus mejores películas en la productora. Otro filme de Hammer que el actor destacaría por su calidad sería el thriller El sabor del miedo (Taste of Fear, 1961).

Lee participaría en numerosas producciones europeas. Con el director italiano Mario Bava llegó a colaborar en dos ocasiones: en Hércules en el centro de la Tierra (Ercole al centro della Terra, 1961) y en la sádica y enfermiza El cuerpo y el látigo (La frusta e il corpo, 1963), que el actor consideraba su mejor película europea.

En España rodaría a las órdenes de Eugenio Martín el clásico de culto patrio Pánico en el Transiberiano (1973), donde compartiría protagonismo con Telly Savalas y su inseparable Peter Cushing, quien estuvo a punto de no participar en el filme por estar sufriendo una depresión a causa de la muerte de su esposa. Lee apoyaría a su amigo, hasta el punto de compartir lecho con él para no dejarle solo.

En la segunda parte de nuestro repaso a la vida y obra de Lee hablaremos de sus películas de la década de 1970, el ocaso de su carrera cinematográfica y su sorprendente incursión en la industria discográfica. No se pierda mañana la última parte de esta semblanza.