En los últimos años, un nuevo acercamiento a la obra de Thomas ha parecido sacudirle el peso de la máscara para invitarnos a recuperar la singular fuerza expresiva de sus textos.
Para nuestra fortuna, Thomas grabó la lectura en voz alta de sus propios poemas, en los que la sonoridad de las palabras es tan clave que parecen escritos más para ser escuchados que para ser leídos. El escritor recuerda cómo ese sonido esencial de las palabras marcó en la etapa infantil su propio acercamiento al lenguaje: «Lo que las palabras representaban, simbolizaban o querían decir tenía una importancia muy secundaria; lo que importaba era su sonido cuando las oía por primera vez en los labios de la remota e incomprensible gente grande que, por alguna razón, vivía en mi mundo».
Múltiples voces
No es de extrañar que iniciase una exitosa carrera radiofónica cuando, otra vez para nuestra fortuna, se le declara no apto para el combate al comienzo de la Segunda Guerra Mundial y se incorpora a la BBC, donde realizó más de 200 grabaciones, tanto poniendo su voz en diversos documentales cinematográficos como impulsando sus propios proyectos. Entre ellos destaca el poema dramático Under Milk Wood (Bajo el bosque lácteo, 1954), que posteriormente se adaptó tanto para su representación teatral como para su versión cinematográfica, dirigida por Andrew Sinclair en 1972 y representada por un elenco de grandes nombres, como el de Richard Burton o Elizabeth Taylor.
En el poema flotan las múltiples voces, conducidas por los hilos de demiurgo de un narrador omnisciente, de los habitantes de una imaginaria población galesa que el autor bautiza como Llareggub, inversión de “bugger all” (cuya traducción en español, algo así como “iros todos a tomar por culo”, resulta, si bien igual de productiva que su análoga inglesa, algo más difícil de invertir); en ella personajes como el memorable Capitán Cat recuerdan sus historias particulares y van dialogando y confundiendo sus voces en la enredadera del poema.
Con motivo de su centenario, la BBC lanzó a principios de este año una nueva versión de radioteatro de Under Milk Wood, que está siendo emitida de forma continuada en el contexto del festival que durante todo este año se celebra en Gales como homenaje al escritor, cuya agenda puede seguirse en dylanthomas100.org [1].
Escritura heterogénea
Thomas no fue un autor demasiado prolífico, pero quiso hacer de su labor de escritor un arte heterogéneo: además de poesía, escribió cuentos, obras teatrales, artículos periodísticos, guiones para radio y cine. Trabajó en revistas como The Criterion (que tenía a T.S. Eliot como director) o el New English Weekly, que en 1933 publicó algunos de sus poemas más reconocidos: And death shall have no dominion, Before I Knocked y The Force That Through the Green Fuse Drives the Flower. Un año después llegó a las librerías su primer libro: Eighteen Poems (1934), por el que ganó el concurso organizado por The Sunday Referee.
En 1946 aparece Deaths and Entrances (Muertes y entradas), considerada por muchos su obra cumbre, cuya primera traducción, en 1955, dejó la estela de la influencia en poetas españoles como José Ángel Valente, Claudio Rodríguez o Vicente Aleixandre.
Labor de traducción
Hace poco más de una década, otra labor de traducción, de manos de Niall Binns y Vanesa Pérez-Sauquillo, hizo posible una antología espléndidamente presentada de la obra, cuya abundancia de imágenes y alusiones componen un reto para la traducción, teniendo en cuenta el peso de la sonoridad de las palabras en los versos de Thomas.
La celebración de su centenario nos trae una buena ocasión para leer (o mejor, escuchar) los versos del escritor que Ph. Toynbee considerara como “el mayor poeta vivo en lengua inglesa”. Poemas que llegan con la fuerza expresiva de Do not go gentle into that good night, su singular elegía ante la muerte del padre, ante la vejez que “se enfurece contra la muerte de la luz” (“Rage, rage against the dying of the light”); versos, los de Dylan Thomas, en los que las palabras se pronuncian como si fueran fonemas sólidos, hechos de materia, vueltos de nuevo al origen creador de la palabra.