Como editor de una de las cabeceras en las que Quino publicó, quien esto escribe le propuso rescatar, a través de una viñeta quincenal, a Mafalda. Él, con su común amabilidad, eludió el compromiso diciendo: “Respetemos su derecho al silencio. De lo contrario nos pegará la bronca. Y cuando se enfada; se enfada”.
Ante esa certeza, claro que respetamos el mutismo de la pequeña, aunque Quino siguió emocionándonos con otros dibujos llenos de sensibilidad y ternura marcados por una profunda crítica social porque, no debe olvidarse, el dibujante en lengua española más universal era mucho más que el creador de la aguda niña de pelo encasquetado y sus amigos Miguelito, Susana y Felipe.
Hijo de emigrantes andaluces de Fuengirola, solía comentar que desde muy joven se sintió próximo a España y, de hecho, tras varias intentonas, en 1990 obtuvo la doble nacionalidad. También relataba que desde muy pequeño quiso ser dibujante de viñetas tras quedar cautivado por los dibujos que le regalaba un tío suyo. Esa influencia, “decisiva como pocas en mi vida”, le llevó a ingresar en la Facultad de Bellas Artes de Mendoza, estudios que no completó pero que confirmaron que en el dibujo, y más concretamente en el comic, tenía un aliado: “Una pasión que me permitiría ganarme la vida”.
Tras publicar en 1954, ya en Buenos Aires, sus primeras tiras cómicas, en 1963 y de forma casi accidental surgiría la pequeña que convirtió su obra en una realidad universal. Como trabajador de una agencia de publicidad creó el personaje para un anuncio de lavadoras que nunca llegó a realizarse. Pero Mafalda ya estaba ahí y su primera historieta vería la luz en el semanario Primera Plana el 29 de septiembre de 1964.
Entre esa fecha y los meses finales de 1973, la pequeña protagonizó casi dos mil tiras en las que reinaba un tono progresista y de defensa de la naturaleza, la paz y, en definitiva, el sentido común. Cuando el creador decidió silenciar al personaje argumentó que a la pequeña se le habían secado las ideas y sólo volvió a hablar en muy contadas ocasiones, como cuando en 1977 ilustró con la imagen de Mafalda la Declaración Universal de los Derechos del Niño promulgada por UNICEF.
En 1976, ante la dictadura impuesta en su país, Quino se mudó a Italia y, tras la instauración de la democracia siguió residiendo en Europa, con frecuentes visitas a España, en donde compró una vivienda en Madrid y en donde recibió en 2014 el Premio Príncipe de Asturias de Humanidades. También viajaba habitualmente a Argentina, a donde regresó de forma definitiva hace tres años, tras el fallecimiento de su esposa, una ausencia que le sumió en una profunda tristeza.
Allí, en Mendoza y como consecuencia de un episodio cerebrovascular el mundo se ha parado para él. Quino se ha bajado. Tenía 88 años. Mafalda, la pequeña filósofa cuyas verdades han sido traducidas a más de 30 idiomas, se queda definitivamente sola y, con ella, todos más desamparados.