Sabato está considerado como uno de los grandes de la literatura latinoamericana no solo por sus novelas, incluida Abaddón el exterminador, sino también por su amplia obra ensayística sobre la condición humana. Obtuvo el Premio Cervantes en 1984, ocasión en la que pronunció un discurso en el que describió a El Quijote como «un simple mortal, tierno desamparado, andariego, el hombre que alguna vez dijo que por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida».
La vida de Ernesto Sabato no se comprende sin su compromiso contra la dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983. Con el regreso de la democracia a Argentina, presidió la CONADEP, que documentó 8.960 desapariciones y la existencia de 340 centros de detención ilegal y tortura.
Su informe, titulado Nunca Mas, pero conocido como Informe Sabato, fue entregado al presidente Raúl Alfonsín el 20 de septiembre de 1984, y dio origen al procesamiento y condena de los máximos responsables de las juntas militares. Sabato se opuso siempre a las «leyes de punto final» y a los posteriores indultos concedidos por Carlos Menem.
Ernesto Sabato sufrió durante años una fuerte depresión y pasó sus últimos días recluido en su domicilio, sin escribir prácticamente pero pintando, su segunda vocación artística, que siempre compaginó con la literatura.