Una de las grandes habilidades de Penn fue su sencilla capacidad para mezclar los ingredientes básicos de la fotografía de estudio, simplemente luz natural y la más elemental composición, para producir imágenes de una sutileza impresionante.
Mirada fresca y limpia
La mirada fresca y limpia de Penn, junto a su facilidad para captar el detalle, hicieron de el un personaje imprescindible en el mundo de la moda, con multitud de portadas en revistas como Vogue.
Aunque se ganaba la vida con la fotografía comercial -hasta hace relativamente poco, la mayoría de los fotógrafos no tuvo otra opción-, experimentaba continuamente con las personas. En esta línea de trabajo libre dedicó, en 1948, una memorable serie titulada Small Trades a los trabajadores peor considerados socialmente, que en aquellos años la mayoría de las ciudades prefería olvidar: recogedores de basura, limpiadores de ventanas, transportistas y cocineros. También exploró temas antropológicos, como los niños pobres de países sudamericanos.
Afición a la técnica
Pero todo esto no impidió su afición a la técnica, otra de sus facetas más relevantes. Obsesionado por conseguir imágenes más personales, Penn jugó permanentemente con el revelado y la impresión, llegando al punto de retomar negativos propios con medio siglo de antigüedad y tratarlos con diversos productos químicos, papeles o modificaciones en los procesos de desarrollo de la copia, para alcanzar un resultado diferente.
Como resumen de su trabajo, es destacable el comentario de Colin Westerbeck, comisario de exposiciones, quien a propósito de este artista comentó en una ocasión: “La fotografía es un medio de comunicación disponible para cualquier persona. Solo unos pocos genios, como Irving Penn, consiguen redimirla de esta circunstancia”.