En las últimas horas se ha recordado aquello que de él escribió el filólogo Gregorio Salvador: “Javier Marías es una de las personas que más claro ha tenido el concepto de España, de lo que es este país, de lo que se le debe a España en el mundo y de lo que España podía ofrecer”. Expresar sin ambages lo que no pocos se resistían a escuchar, porque la verdad molesta y duele a quien molesta y duele, le suscitó a Marías incomprensiones, cuando no represalias y desprecios.
Hoy, en el tiempo de su adiós, ruedan por el mundo las loas a una narrativa que se inicia en 1971 con Los dominios del lobo -y pasa por obras tan trascendentales como Todas las almas (1988), Corazón tan blanco (1992), Mañana en la batalla piensa en mí (1994), Desde que te vi morir (1999), Negra espalda del tiempo (2000), la trilogía Tu rostro mañana (2002-2009), Los enamoramientos (2011) o Berta isla (2017)- y se cierra con la publicación hace menos de un año de Tomás Nevinson, su decimosexta novela, otra de esas obras decisivas que le han convertido en un escritor traducido a cuarenta idiomas con más de ocho millones de entregados lectores en todo el mundo.
Un literato reconocido con una treintena larga de premios nacionales e internacionales, entre los que se cuenta el Nacional de Narrativa, que rechazó categóricamente al considerar “que el Estado no tiene que dar nada a un escritor. Si alguna vez se me ofreciera algún premio de los que llamamos estatales no lo aceptaría. Así que tomo por norma no aceptar nada que venga del Estado de mi país, menos aún algo que lleve aparejado dinero”. Verdad es que con antelación, en 1979, había recibido el Nacional de Traducción por su versión de Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy pues, como entonces dijo, lo hacía para significar la labor de los traductores en los que tiene la literatura uno de sus esenciales pilares. Lo demostró con su propio ejemplo a través de sus cautivadoras traducciones de Laurence Sterne, Joseph Conrad o Thomas Hardy.
Docente en diversas universidades, labor en la que se incluyen sus clases de Literatura Española y Teoría de la Traducción en la de Oxford, Javier Marías era miembro de la Real Academia Española [1] desde 2008, institución en la ocupaba el Sillón R tras pronunciar un emotivo discurso sobre La dificultad de contar, y creador de la mítica, atípica, editorial Reino de Redonda.
Ahora, tras meses de lucha con una asfixiante neumonía -“cuanto tiempo ocupa la salud”, había escrito hace unos días- ha claudicado su voz, su genio, su capacidad de llamar altas y claras a las cosas por su nombre.
Triste adiós a otro más de esos escritores insignes, una y otro vez candidatos justos al Nobel, al que como tantas veces el controvertido premio le mostró su espalda.
Descanse en la paz y el reconocimiento de quienes en su palabra han encontrado un refugio para sentirme humanos. Y mejores.