Empezó a cantar a la edad de ocho años en la zapatería de su padre y en fiestas. En 1959, después de haber actuado en teatros de La Puebla y en el Café Central, debuta en el Cine Carretria de Osuna, donde le presenta Antonio Mairena.
Meneses era el resultado de la unión de una voz superdotada, con una tierra humilde y comprometida, del estudio, de la seriedad y de la conciencia, lo que hizo de él uno de los más grandes cantares de la historia del flamenco.
A lo largo de su vida fue objeto de elogio por parte de intelectuales, escritores, poetas y flamencólogos como Rafael Alberti, Fernando Quiñones, Agustín Gómez, Blas de Otero, Ramón Chao, Félix Grande o Antonio Gala, entre otros.
Nada se le subió a la cabeza, gracias a su irrevocable pasión por el cante. Su autenticidad, la del zapaterito de La Puebla que buscaba en las hondas guitarras nocturnas y en los campos y las gentes humildes de su tierra una seria razón para vivir cantando, continúa tan en pie, como su afán de superación. Un cantaor de la cabeza a los pies.