Los críticos lo han descrito como uno de los artistas contemporáneos más importantes y «el pintor poseído por la carne». Sus estudios de cuerpos desnudos son considerados por algunos despiadados y desagradables, pero alcanzan precios millonarios en las subastas. El mes pasado, su obra Woman Smiling, 1958-59 fue vendida por 5,2 millones de euros. En tanto, un autorretrato con un ojo morado, consecuencia de una disputa con un taxista, se remató en febrero del año pasado en más de 3,2 millones de euros.
Para el director de la Tate Gallery, Nicholas Serota, «la vivacidad de los desnudos de Freud, la intensidad de sus naturalezas muertas y la presencia de sus retratos de amigos y miembros de su familia le garantizan un lugar único en el panteón del arte de finales del siglo XX».
Fiel a su estilo
Durante más de medio siglo, Freud estuvo entre los artistas contemporáneos que más atención concitaron, y también atrajo las miradas sobre su tormentosa vida privada y no era raro que sus manos se convirtieran en puños para el combate. «Frecuentemente me vi involucrado en peleas. La razón no es que me gustara pelear; la gente realmente me decía cosas que según mi opinión sólo podían ser respondidas a golpes», señaló en una entrevista.
Permaneció fiel a su estilo durante los últimos 40 años y, sobre todo, a su sujeto, el desnudo crudo de la carne. «Mi forma de pintar puede desatar una sensación de malestar, así como a veces la vida genera disgusto», sostenía Freud, quien deseaba que las formas influyeran en sus sentimientos y no los sentimientos en sus formas.
Hace justo un año, se celebró la gran exposición retrospectiva Lucian Freud. L’Atelier [1] en el Centre Pompidou de París.