Autor de casi sesenta libros y un centenar largo de estudios y ensayos, Bauman, que comenzó a publicar a finales de los años 50, adquirió notoriedad intelectual en la década de los 80 a través de textos muy polémicos como Modernidad y holocausto, en el que afirmaba que el exterminio de los judíos fue un fenómeno directamente relacionado con el mal desarrollo de la modernidad.
A más de un libro por año, Bauman consolidó su prestigio como innovador del pensamiento en los años finales del siglo pasado con obras como La posmodernidad y sus descontentos (1997); La globalización: consecuencias humanas (1998) o En búsqueda de la política (1999).
Pero el concepto “modernidad líquida”, con el que pasará a la historia como pensador revolucionario y provocador, surgirá en el año 2000 a través de la obra del mismo nombre en la que denuncia que la globalización del capitalismo está devorando la solidez de los pilares de la sociedad industrial. “Nada es sólido, ni los estados, ni las naciones, ni la familia, ni el empleo, ni el compromiso con la comunidad. Hoy nuestros acuerdos son temporales, pasajeros, válidos únicamente hasta nuevo aviso”.
Esta crítica voz de denuncia amplió eco con obras como Amor líquido, Vida líquida, Vidas desperdiciadas o La modernidad y sus parias, publicado en 2005 en el que con enorme dureza denuncia como inaceptables secuelas de la modernización las migraciones, la desigualdad social, el desempleo, la nueva pobreza y “la vergonzante situación de los refugiados que muestra que la sociedad contemporánea es individualista y despiadada”, algo sobre lo que volvía en su última obra
Extraños llamando a la puerta (Paidós), en la que ponía el foco en el rechazo al otro y en el miedo al diferente, otro de los temas recurrentes a lo largo de toda su trayectoria.
No fue la suya una vida fácil, especialmente en la primera mitad de su existencia. En 1939, con apenas 13 años, escapó por los pelos en compañía de su familia, judía pero no religiosa, de la invasión alemana de Polonia. Volvería a Varsovia en 1945, una vez concluida la guerra. Allí se casó con la también escritora y superviviente del gueto de Varsovia Janina Lewinson, de la que solo lo separaría el fallecimiento de ella en 2009.
Pero en 1968 Bauman tuvo que volver a dejar su país de origen asediado por las purgas. Durante cuatro vivió en Tel Aviv, hasta que en 1972 se instaló definitivamente en Leeds, el lugar en el que hasta ayer siguió retratando el desconcierto del ciudadano de hoy, –hablaba del “precariado” como el nuevo proletariado–, ante un mundo desigual, “en el que el ser humano, sin conciencia de clase, no encuentra elementos a los que asirse para sentirse seguro”.