Los 50 y los 60 no se conciben sin su imagen, al tiempo desinhibida y clásica, en comedias como Mi sueño eres tú, El amor no puede esperar, Té para dos, A la luz de la Luna, Pijama para dos, No me mandes flores o Confidencias a medianoche, trabajo por el que consiguió su única nominación a los Óscar. Y mítico el sonoro bofetón con el que despierta en No me mandes flores a Rock Hudson, actor con el que compartió protagonismos varios, el declarado homosexual que dejó dicho aquello de que «Doris fue la única mujer que me hizo dudar de mi sexualidad».
Pero en su larguísima carrera se besó con otros muchos. Ahí estuvieron Frank Sinatra (Siempre tú y yo); James Cagney (Quiéreme o déjame); James Stewart (El hombre que sabía demasiado); Richard Widmark (Mi marido se divierte); Clark Gable (Enséñame a querer) o Cary Grant (Suave como visón).
Nacida como Doris Maryanne von Kappelhoff, Doris Day vino al mundo en Evanston, Ohio, el 3 de abril de 1922 y muy pronto le hizo ver a todos que ahí había una bailarina. Pero el destino escribe sus cartas y cuando contaba apenas doce años todo dio un vuelco como consecuencia de un grave accidente de coche. Su pierna queda atrapada entre los hierros y aquella fractura le aleja de las pistas de baile pero la acerca, durante su largo período de convalecencia, a la música. «Durante horas y horas escuchaba la radio y allí descubrí el jazz y a Ella Fitzgerald. Me obsesioné con captar las formas sutiles en que sombreaba su voz, la forma casual pero limpia en que cantaba las palabras”, confesaría muchos años más tarde quien, además de actriz, se ganó la vida como cantante y muy especialmente en sus primeros tiempos sobre los escenarios como intérprete de jazz.
Pronto consiguió trabajo como solista en la banda de Les Brown, un conocido director de orquesta. Allí se cambió el nombre, por sugerencia de uno de los músicos, que escuchó a la joven interpretar Day by Day. Allí, en 1945, tuvo su primer éxito, Sentimental Journey, un tema que se convirtió en una especie de himno para los soldados que regresaban a casa tras la Segunda Guerra Mundial.
Para entonces, ya se había divorciado de sus dos primeros maridos. Tras el fracaso del segundo, Doris volvió a su casa de Cincinatti. En ese momento tan difícil su agente le convenció para que acudiera a una fiesta a casa del compositor Jule Styne en donde cantó Embraceable You y la escuchó el músico Sammy Cahn, que la recomendó para un papel en Romanza en alta mar, la película dirigida por Michael Curtiz en la que Cahn ponía banda sonora. En ese punto comenzó la carrera de la actriz.
Después vendrían muchos más focos resaltando los brillos de una melena corta que imitaban las mujeres de todo el mundo. Y un tercer y traumático matrimonio con un mentiroso despilfarrador que a su muerte dejó a la actriz en bancarrota.
En su libro Doris Day: Her Own Story, publicado en 1976, lamentaba: «Aquel hombre me colocó en una situación económicamente insostenible y en buena medida precipitó mi despedida del cine en torno a 1968». Pero la realidad es que en los años siguientes la televisión vino al rescate y Day, la rubia Day de pícara sonrisa contagiosa, recuperó años convirtiéndose en una de las mujeres más populares de América.
«Mi imagen pública –escribe en su libro autobiográfico– es inconfundiblemente la de la virgen saludable de Estados Unidos; la vecina despreocupada y llena de felicidad. Una imagen, puedo asegurar, más falsa que cualquier parte de una película que haya interpretado».
Además de en El hombre que sabía demasiado, la canción Qué será será, que logró el Óscar en 1956, figuró en las películas No os comáis las margaritas (1960) y Una sirena sospechosa (1966) y era la sintonía del televisivo The Doris Day Show, que la actriz protagonizó entre 1968 y 1973 a lo largo de 128 episodios. Day aún se casaría una cuarta vez, en 1976, separándose cinco años mas tarde.
Ahora y rodeada de familiares y amigos la nonagenaria actriz murió a primera hora del lunes 13 de mayo en su casa de Carmel Valley, California. Así lo comunicó la Doris Day Animal Foundation, una institución volcada en la defensa de la naturaleza y el mundo de los animales en la que centró esfuerzo y recursos en las últimas décadas de su existencia. Tenía aún muchos incondicionales y de hecho My Heart, su colección de canciones inéditas publicado en 2011, alcanzó el top 10 en Reino Unido.
Ahora flota su recuerdo sobre los millones de seres que soñaron con su imagen luminosa. Aquellos que en las sensuales notas de Whatever Will Be, Will Be (Que será, será) descubrieron que en el amor tenían un pasional aliado.