Lejos de desgastar, el tiempo, los cincuenta años transcurridos desde que los tigres de Cabrera Infante comenzaron a rugir, ha enriquecido la dimensión de un libro capital.
Un texto que Cabrera en principio tituló Vista del amanecer en el trópico y que sufrió no pocos avatares. La edición conmemorativa que ahora ve la luz incluye el expediente de la censura que, fechado el 10 de abril de 1965, impidió la publicación del libro argumentando textualmente: “Se trata de una serie de narraciones entrecortadas por alusiones a la lucha castrista, victoriosa, y alabada, contra Batista. Lo entrecortado de la narración se explica por una mala imitación de la escuela francesa del nouveau roman. Ahora bien, el contenido de todas esas narraciones es pornográfico a veces, irrespetuoso otras, procaz siempre. Dada la manera como está concebida la narración no admite tachaduras y habida cuenta de la tendencia marxista esencial en la intención del autor, NO DEBE AUTORIZARSE”.
Así, con mayúsculas, zanja el tema el censor José Vila Selma. Si ese lamentable criterio hubiera prevalecido se habría hurtado a la literatura de una obra realmente fundamental en la que el autor cubano desgrana algunos de los temas que gravitan sobre el conjunto de su deslumbrante narrativa: la nostalgia, la música, la noche, el cine y, por supuesto, Cuba, el país del que salió en 1965 para no regresar.
Lo que el libro debe…
En el texto Lo que el libro debe al censor, que Cabrera Infante escribió como prólogo a la primera edición íntegra, sin censura, de Tres tristes tigres, publicada en Venezuela en 1990 por la editorial Ayacucho y que posteriormente fue restituida en la edición de Seix Barral de 1994, el autor concluye: “Al final del libro, en su monólogo demente, una loca sentada en un parque habanero al mediodía (el infierno en el infierno) achaca su mal a los católicos. También a los protestantes y creo que hasta a los musulmanes. El buen censor eliminó veinte líneas de monólogo maníaco, pero dejó la última frase del libro, como un descanso al lector, al autor o a sí mismo. Dice en español (y en otras lenguas) la que es ahora la última línea del libro: ‘ya no se puede más’. Cuando mi editor americano me preguntó si no quería restituir también todas las líneas que iban, como quien dice, después del final, le dije que no, que esa era la mejor labor de edición que había visto nunca: mi censor convertido finalmente en un creador. ¡Ah, mi querido censor! Cuánto me habría gustado conocerlo, usted que es mi hermano, mi semejante, mi hipócrita lector. Después de todo, los dos hemos escrito el mismo libro”.
Cabrera Infante, Premio Cervantes en 1997 y Premio Unión Latina en 2001 por el conjunto de su obra, siempre consideró que su Tres tristes tigres, que con el tiempo ha aumentado la dimensión de su rugido, era una de sus obras esenciales. Buen momento, a través de esta edición conmemorativa, para volver a su personalísima prosa y, por supuesto, ocasión excelente para entrar en ella para quienes no tienen, todavía, la suerte de conocerla.
El autor
Guillermo Cabrera Infante nació el 22 de abril de 1929 en Gibara, provincia de Oriente, Cuba. En 1941 emigró a La Habana con sus padres. Comenzó a escribir en 1947 y, abandonando los estudios y una soñada carrera médica, trabajó en muchos oficios o, como a él le gustaba decir: «En un solo oficio repetido, el de ganarme la vida».
En 1950 ingresó en la escuela de periodismo local. En 1952 fue detenido y multado por publicar un cuento que contenía «English profanities». En 1953 se casó por primera vez. En 1954 comenzó a escribir con el seudónimo de G. Caín la crítica de cine en Carteles, semanario popular del que sería jefe de Redacción. Ganó premios y menciones literarias con sus cuentos y fundó la Cinemateca de Cuba, que presidió de 1951 a 1956.
En 1959 fue dirigente de la cultura oficial, directivo del Instituto del Cine y director del magazine literario Lunes de Revolución desde su fundación hasta su clausura en 1961. A fines de ese año se casó con la actriz Miriam Gómez. En 1962 viajó a Bélgica como agregado cultural. En 1964 ganó el Premio Biblioteca Breve y en 1965 regresó a Cuba a los funerales de su madre, renunció a la diplomacia y volvió a Europa. Publicó el volumen de relatos Así en la paz como en la guerra, la novela Tres tristes tigres y La Habana para un Infante Difunto, la recopilación de críticas cinematográficas Un oficio del siglo XX, el libro narrativo unitario Vista del amanecer en el Trópico, la colección de artículos y ensayos O y el inclasificable volumen de piezas experimentales Exorcismos de estilo.
Posteriormente publicó un conjunto de cinco extensos ensayos sobre sendas figuras del cine norteamericano bajo el título Arcadia todas las noches, reunió sus escritos de tema cubano en el volumen Mea Cuba, escribió en inglés el libro sobre el tabaco Holy Smoke y dio a conocer los textos narrativos Delito por bailar el chachachá y Ella cantaba boleros y la recopilación de escritos de crítica cinematográfica Cine o sardina. Guillermo Cabrera Infante falleció en Londres en febrero de 2005.
Guillermo Cabrera Infante
Seix Barral
540 páginas
21 euros