Sin él pierde el cine. Se pierde sin él una de las más inteligentes miradas de un país necesitado de lucidez y reposo en las miradas. Sin él se pierde la voz honesta, valiente, de quien siempre se declaró aliado de la libertad en tiempos en que decir las cosas sin medias tintas podía volverse un peligroso bumerán. Se pierde también su ejemplo de infatigable contador de historias. Y, claro, pierde la creatividad a quien ha mantenido firme su pulso creativo hasta el último de los días de sus 91 años de existencia. Sin Saura todos perdemos.
Director, guionista, fotógrafo y escritor, Carlos Saura dirigió a lo largo de seis décadas más de cincuenta películas. En Cannes fue galardonado dos veces con el Premio Especial del Jurado por La prima Angélica y Cría cuervos y dos premios técnicos por Carmen y Tango. En Berlín logró el Oso de Oro por Deprisa, deprisa y el de Plata a mejor director también en dos ocasiones, con La caza y Peppermint frappé. Además, recibió el Premio del Jurado en el Festival de San Sebastián con Mamá cumple cien años, película por la que estuvo nominado al Óscar.
Hace sólo una semana se estrenaba Las paredes hablan, una entrega que deviene en despedida. Un documental protagonizado por el propio realizador aragonés en el que, comentábamos entonces, el cineasta vuelve a dejar sobre la pantalla un interesantísimo ejemplo de genio y curiosidad a través de un personal retrato de los orígenes del arte, su influencia sobre el que se realiza en la actualidad y el deseo del artista de perpetuar su huella creativa. ¿Quién iba a pensar que esa indagación sobre la ancestral capacidad artística del ser humano y su conexión con la que muestra la mano del hombre de hoy mismo iba ser su canto de despedida?
Carlos Saura (Huesca, 4 de enero de 1932 – Madrid, 10 de febrero de 2023) ha fallecido. Tenía 91 años. Muchos SIN sobrevuelan, ya para siempre, el genio de un creador irreemplazable.