El autor nace en Madrid en 1976 a las tres menos cuarto de la tarde. Según sus cálculos (apoyados por su partida de nacimiento), fue el preciso instante en el que los cosmonautas Viacheslav Zúdov y Valeri Rozhdéstvenski regresaban a la Tierra tras la accidentada misión de la Soyuz 23 en una cápsula de salvamento que cayó en el helado lago Tengiz.
Quien crea en el destino puede ver en esta coincidencia una señal inequívoca de la unión metafísica entre el periodista español, corresponsal del periódico El Mundo en Rusia durante más de 10 años, y el país de Vladimir Putin, Fiódor Dostoievski y el Hermitage.
A Moscú sin Kaláshnikov es la particular visión de Rusia de Utrilla, una mirada de enamorado que es capaz de mantenerse realista ante las imperfecciones y recovecos más oscuros de su objeto de deseo.
La historia empieza por el principio, con un jovencísimo Utrilla jugando al Tetris y viendo cómo Chechu Biriukov encesta triples con el Real Madrid. Entre guiños a ese, su equipo predilecto (también el de fútbol), referencias a las rusas (con Alfredo Landa siempre presente, todo hay que decirlo) y juegos de palabras imposibles, el periodista desgrana con precisión la historia reciente del país.
Desde Madrid con amor
Esta es, qué duda cabe, una mirada benévola a un lugar a menudo incomprensible para los europeos occidentales. Ejerce de contrapeso ante tantas noticias terribles que llegan desde allí en un intento por hacernos entender que no todo es blanco o negro (o rojo), sino gris. También más allá del Telón de Acero.
El libro refleja los años que el autor ejerció como periodista en Rusia y su búsqueda incesante de historias para el rotativo español. Los extractos de las crónicas de algunos de los eventos de mayor importancia que escribió durante los 2000 (como los ataques terroristas chechenos de la escuela de Beslán o las efemérides soviéticas) ganan una nueva perspectiva cuando se miran desde la distancia temporal y se encuadran en el repaso profundo que hace de su relación con el país euroasiático.
Es también, en cierto modo, una guía de viaje donde un amigo (después de 500 páginas, dan ganas de llamar tovarich a Utrilla) nos advierte de los usos y costumbres de su segunda patria. No es moco de pavo saber que hay que aceptar el vodka de un desconocido en un tren moscovita bajo pena de cabreo monumental si no seguimos su ritmo de ingesta, o que bailar pegados en Rusia sí es bailar y suele ser un estupendo método para ligar.
Descubriendo el arte ruso
Utrilla tuvo tiempo, y ahora también tiene espacio, para abordar algunas claves del arte ruso contemporáneo. «El arte poscomunista», cuenta en uno de los capítulos finales, «se volteó y estalló sin tapujos en los estertores del siglo XX como una sátira violenta y cruel del pasado inmediato. El ánimo irreverente del primer arte poscomunista quedaba reflejado en obras como La fiesta de la recolección (1995), un óleo de estilo pop art en el que Vinográdov y Dubosarski convierten una bucólica estampa agropecuaria del realismo socialista en una composición pornográfica de koljozianos trajinando en medio de la siega».
En 2011, aprovechando que Rusia era el país invitado de aquella edición de la feria ARCO, el periodista entrevistó a Oleg Kulik (Kiev, 1961), a quien se refiere como el patriarca del arte ruso contemporáneo. De él dice que «es un avispero de ideas punzantes. Aguda, ácida y dadaísta, su entrevista resultó ser una de las más sugerentes y entretenidas que he hecho en Rusia. A veces la escucho simplemente para oírle decir cosas tan esclarecedoras como que ‘Rusia es un país complejo para vivir, pero ideal para el arte'».
A Moscú sin Kaláshnikov es, en definitiva, un estupendo manual de consulta para no perderse en un país tan vasto como fascinante. Daniel Utrilla y Libros del K.O. nos han puesto a Moscú (y a la URSS, y a Putin, y a Rasputín, y a Tolstoi) al alcance de la mano. No queda otra que darles las gracias en su idioma: Spasibo!
A Moscú sin Kaláshnikov
Daniel Utrilla Vizmanos
Libros del K.O.
507 páginas
18,90 euros
ePub: 6,99 euros