Hace 13 años que el galardón no se entregaba a un autor en lengua española. Así fue en 2000, cuando se premió al escritor guatemalteco Augusto Monterroso. El galardón no recae en un escritor español desde 1998, cuando lo ganó Francisco Ayala.
Muñoz Molina se une así a una lista en la que figuran, entre otros, Günter Grass, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela, Margaret Atwood, Carlos Fuentes, Francisco Ayala, Juan Rulfo, Claudio Rodríguez, Leonard Cohen y Philip Roth.
Nacido en Úbeda (Jaén) en 1956, Antonio Muñoz Molina empezó a estudiar Periodismo en Madrid y se trasladó después a Granada, en cuya universidad se licenció en Historia del Arte y donde vivió durante veinte años. Allí trabajó como funcionario, mientras colaboraba como columnista en el ya desaparecido Diario de Granada. A lo largo de los años ha seguido colaborando como articulista en diversos medios de comunicación.
Intelectual comprometido
Intelectual comprometido y observador escrupuloso de la realidad, Muñoz Molina concibe la escritura como un atesoramiento personal de experiencias compartidas, como «una persecución del fugitivo momento en que el recuerdo se trueca en deslumbradora certeza estética».
Periodismo y literatura se funden en su obra, de estilo sobrio, refinado y depurado, sin artificios innecesarios y cierto tono melancólico.
En 1984 publicó su primer libro, El Robinson urbano, una recopilación de los artículos aparecidos en el Diario de Granada. En su primera novela, Beatus ille, publicada en 1986, aparece ya la ciudad imaginaria de Mágina, trasunto de Úbeda, que utilizará en obras posteriores.
Con El invierno en Lisboa (1987) ganó el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa y en 1991 el Premio Planeta por El jinete polaco, con el que obtuvo asimismo al año siguiente el Nacional de Narrativa. En 1989 había publicado Beltenebros.
En 1992 se trasladó a Madrid y al año siguiente viajó a Estados Unidos, donde impartió docencia durante un año en la Universidad de Virginia. Había viajado por vez primera a Nueva York en 1990 y volvía en años sucesivos cada vez con más frecuencia, hasta que en 2001 y 2002 dio clases en la City University. En 2004 fue nombrado director del Instituto Cervantes en esta ciudad, en la que escribió La noche de los tiempos (2010). En la actualidad, vive entre Nueva York y Madrid.
Oficio inmemorial
Para Muñoz Molina, «el escritor continúa el oficio inmemorial de los narradores de cuentos, que daban forma mediante relatos orales a la experiencia compartida del mundo. Contar y escuchar historias no es un capricho, ni una sofisticación intelectual: es un rasgo universal de la condición humana, que está en todas las sociedades y arranca en la primera edad de la vida».
Es autor, además de las obras ya citadas, de las novelas El dueño del secreto (1994), Ardor guerrero (1995), Plenilunio (1997), Carlota Fainberg (1999), En ausencia de Blanca (2001), Sefarad (2001), El viento de la luna (2006), Días de diario (2007) y La noche de los tiempos (2009).
Además de El Robinson urbano, ha publicado las recopilaciones de artículos Diario del Nautilus (1986), Las apariencias (1995), La huerta del Edén (1996) y La vida por delante (2002); los libros de relatos cortos Las otras vidas (1988) y Nada del otro mundo (1993) y los ensayos y libros de no ficción La realidad de la ficción (1993), ¿Por qué no es útil la literatura? (1994, con Luis García Montero), Pura alegría (1998), Ventanas de Manhattan (2004) y Todo lo que era sólido (2013).
Traducido al alemán, francés, inglés, italiano y portugués, ha recibido entre otros, además de los ya mencionados, el Premio Jean Monnet de Literatura Europea, el Prix Méditerranée Étranger (Francia, 2012), el Premio Jerusalén (2013) y el Premio Qué Leer. Desde 1995 es miembro de la Real Academia Española.
Gratitud y sorpresa
«Ante reconocimientos como este sólo cabe expresar gratitud y sorpresa, porque son muchos los escritores que lo merecerían tanto o más que yo. Me alegro, sobre todo, por la alegría que sin duda provocará en mis amigos, mi familia y mis lectores, a los que debo el estímulo de seguir escribiendo a diario.
Desearía disfrutar este premio como una celebración de la literatura, ese oficio que ha dado sentido a mi vida y que me vincula con miles de lectores a los que no conozco pero con los que mantengo un diálogo íntimo y civilizado.
Espero no decepcionar a los que tanta confianza han depositado en mí y seguiré trabajando con vocación y esfuerzo. Muchas gracias».
Antonio Muñoz Molina.
Madrid, 5 de junio de 2013.
El galardón
El jurado de este premio –convocado por la Fundación Príncipe de Asturias (FPA)– estuvo presidido por José Manuel Blecua e integrado por Andrés Amorós, Luis María Anson, Xuan Bello, Amelia Castilla, Juan Cruz, Luis Alberto de Cuenca, José Luis García Martín, Álex Grijelmo, Rosa Navarro, Carme Riera, Fernando Rodríguez Lafuente, Fernando Sánchez Dragó, Diana Sorensen, Sergio Vila-Sanjuán y José Luis García Delgado, que actuó como secretario.
Los Premios Príncipe de Asturias están destinados, según los Estatutos de la Fundación, a galardonar la «labor científica, técnica, cultural, social y humanitaria realizada por personas, instituciones, grupos de personas o de instituciones en el ámbito internacional». Dentro de este espíritu, el de las Letras se concede a aquellos «cuya labor de creación literaria represente una contribución relevante a la literatura universal».
En esta edición concurrían un total de 18 candidaturas procedentes de Bosnia, Cuba, China, Estados Unidos, Irlanda, Japón, Nicaragua, Países Bajos, Reino Unido, Uruguay y España.
Este ha sido el quinto de los ocho Premios Príncipe de Asturias que se conceden este año, en que cumplen su trigésimo tercera edición. Anteriormente fueron otorgados el de las Artes al cineasta y dramaturgo austriaco Michael Haneke, el de Ciencias Sociales a la socióloga neerlandesa Saskia Sassen, el de Comunicación y Humanidades a la fotógrafa estadounidense Annie Leibovitz y el de Investigación Científica y Técnica a los físicos Peter Higgs (Reino Unido) y François Englert (Bélgica) junto a la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN).
En las próximas semanas se fallarán los correspondientes a (por orden): Cooperación Internacional y Deportes. El de la Concordia se fallará el próximo mes de septiembre.
Cada uno de los Premios Príncipe de Asturias, concedidos por primera vez en 1981, está dotado con una escultura de Joan Miró –símbolo representativo del galardón−, la cantidad en metálico de 50.000 euros, un diploma y una insignia. Los galardones serán entregados en otoño en Oviedo, en un solemne acto presidido por el Príncipe de Asturias.