Fuera de los manuales y los libros más académicos, en los últimos años nos han ido llegando unas cuantas joyas que además se acercan a su objeto de análisis, crítica o admiración desde los ángulos más diversos. Está la mirada del novelista, que recopila sus textos sobre arte para solaz de sus seguidores: toneladas de erudición, lucidez y buen gusto en los libros de Julian Barnes (Con los ojos bien abiertos) y Félix de Azúa (Volver la mirada).
Rodrigo Muñoz Avia, autor de La casa de los pintores, es otro novelista con acreditada sensibilidad para escribir de arte en parte porque lo lleva en los genes, en parte por su talento para revelar con claridad y pasión los secretos de la pintura realista y la abstracta tomando como ejemplo a dos grandes que conoció mejor que nadie: sus padres Lucio Muñoz y Amalia Avia.
Y si bien está aprender a mirar el arte de la mano de grandes escritores de ficción, otro tanto pasa cuando el que nos guía entre lienzos, grabados, murales, fotografías e incluso fotogramas es un artista y encima de la talla inmensa de David Hockney, autor, junto con Martin Gayford, de Una historia de las imágenes imponente, entretenida y maravillosamente editada; complemento ideal a aquellos pedagógicos e imprescindibles Modos de ver que escribió hace medio siglo el polifácetico artista británico John Berger y reeditados recientemente.
Hay que mirar sin complejos ni ataduras, ni culturales ni religiosas. El arte puede ser religioso pero la pasión y la emoción que despierta no tiene etiquetas. Si no, que se lo digan al periodista de origen iraní y estudioso del islam Navid Kermani que cuenta en Incrédulo asombro su progresivo embeleso hacia el arte cristiano a pesar de no comulgar de entrada, nunca mejor dicho, con la representación católica del mundo.
Una obra en particular cobra más sentido cuando se conocen cuáles fueron las circunstancias personales del artista en el proceso de gestación. Eso pasa con El hombre que camina, que da título a una de las esculturas más icónicas del siglo XX y al libro que sobre esta creación de Alberto Giacometti publicó Frank Maubert el año pasado. Pocas esculturas modernas resultan más fascinantes por la cantidad de cuestiones que sobre su significado ha suscitado y suscita. Con precios de salida de muchos millones, Sotheby’s ha subastado en diferentes ocasiones obras de Giacometti. De esa casa precisamente fue presidente para Europa durante varias décadas Simon de Pury y la trastienda de aquellos años la contó en El subastador. Aventuras en el mercado del arte.
Acabemos estas recomendaciones aclarando que se puede aprender y disfrutar del arte echando además unas risas si uno se agencia el libro que recopila los cientos de dibujos de Pablo Helguera que satirizan el mundillo de las galerías, ferias y museos reunidos bajo el título de Artoons o siendo testigo de las maravillosas y autobiográficas Conversaciones imaginarias con mi madre de Juanjo Sáez.
El hombre que sufre, busca y muere
Los padres de Rodrigo Muñoz Avia
Alucinar con el arte de inspiración cristiana
Volver la mirada con los ojos bien abiertos