Este es un libro para aprender y divertirse, puntualiza su autora, “porque el arte puede ser sinónimo de erudición, de universo intelectual, pero también de emoción, historia, cultura. El arte es para todo el mundo, solo hay que encontrar la forma de entrar en él. Considero que hay que quitarle solemnidad. Es clave cómo se cuentan las cosas y he intentado contar la historia del arte de un modo accesible para la mayoría de la gente, por supuesto también para la gente de mi generación. Cuando yo tenía quince años no sabía nada sobre arte, pero una profesora maravillosa me lo contó de un modo que me atrapó y me acercó al tema para siempre”.

– ¿Por qué Un Van Gogh en el salón como título?

Nace del concepto de fusionar el arte con una parte de la casa desde la idea de que puedes consumir el arte en un ambiente cómodo, sin que sea preciso ser un iniciado o un erudito. Y Van Gogh en el título porque la mujer de Theo, el hermano de Vincent, que fue una impulsora decisiva a la hora de que el pintor fuese reconocido, tenía un cuadro de su cuñado presidiendo el salón de su casa. Esa anécdota me pareció muy acorde con lo que quería transmitir.  

– En ese sentido, ¿qué debemos entender por desacralizar el arte?

Me refiero a la necesidad de romper el estigma que la sociedad en general tiene sobre el arte en el sentido de que solamente la gente que sabe o tiene determinado tipo de estudios y los expertos son los que están capacitados para disfrutar más en los museos o ante una obra artística. A través de Un Van Gogh en el salón intento hacer la historia del arte accesible a ese público que en principio no ha llegado a conectar con lo artístico. Desacralizar no es dejar de ser serios a la hora enfocar el tema y, de hecho, me ha surgido la necesidad de ser crítica y rigurosa. Los seres humanos necesitamos tener las cosas bajo control para poder entenderlas. Creo que este es uno de los motivos por los que nos resulta tan necesario clasificarlo todo. La historia del arte es un claro ejemplo de ello: hemos creado una serie de cajones estancos en los que pretendemos clasificar todas las obras que existen. Que, por cierto, son extremadamente diversas y en gran medida subjetivas. En definitiva, he intentado arrinconar una cierta idea elitista relacionada con el arte.

– ¿Estamos ante un ensayo o una obra de divulgación?

Creo que es más un libro divulgativo que un ensayo, aunque tenga una parte de ensayo, pues en él me posiciono. Pero, en general, hablamos de divulgación pues traslado pasajes de la historia del arte que no son tan conocidos a la época actual y con referentes actuales.

– Si tuviera que orientar a personas no expertas para que no se pierdan en un mundo tan amplio y que comprendan que el arte es para todos, ¿a qué artistas aludiría?

Es una pregunta muy difícil de responder. Creo que habría que hablar de referentes de todo tipo. A menudo sólo se habla de los grandes maestros, lo que está bien, pero creo que es bueno ampliar la perspectiva. Por ejemplo, menciono con frecuencia a Clara Peeters porque es una gran artista, una extraordinaria bodegonista y una mujer que tuvo la osadía de aportar una visión diferente. Esta mujer misteriosa ocultaba autorretratos en sus obras, un poco en la línea de las fotos de espejo que hoy se hace la gente joven. Puede que igual que otras pintoras que a su modo frecuentemente practicaron el arte del “buen selfie”, como es el caso de Sofonisba Anguissola, lo que buscasen fuera algo de reconocimiento por su trabajo. Al final es una forma de ponerse en valor como pintora. En esos pequeños autorretratos parece decirnos: “Eh, que estoy aquí, que esta maravilla que tienes delante es obra mía”.

– Y en su experiencia, ¿qué museo es ejemplo a la hora de abrirse y hacer accesible el arte al gran público?

No es fácil hablar de uno solo. A nivel de comunicación creo que el Prado ha llegado a un punto muy equilibrado a la hora de, sin perder rigor, difundir. Es verdad que queda mucho por hacer en ese sentido, pero se va avanzando de un modo muy interesante y el Prado es un buen ejemplo.

– ¿Qué piensa de los movimientos artísticos como compartimentos estancos?

Como seres humanos necesitamos clasificarlo absolutamente todo. Como he comentado, la historia del arte es una disciplina que cataloga cada obra y a cada artista como si fuera algo inamovible. Pero la realidad es mucho más compleja pues hay movimientos que se superponen, artistas que no encajan en ninguno de esos apartados o que saltan de un movimiento a otro. En consecuencia, esas clasificaciones cada día se muestran más obsoletas.

– Arte y redes sociales, donde usted acumula más de 250.000 seguidores…

Las redes son una herramienta potente para alcanzar a un público que está ahí pero que no se había sentido atraído. Es un error demonizarlas. Naturalmente hay que hacer un uso adecuado y correcto de ellas pero pueden ser enormemente útiles. Por mi edad y por mi trayectoria, no estaría aquí hablando de arte si no hubiera sido por mi perfil en redes sociales en donde firmo como Claramore. Es verdad que hay una parte de las redes que es oscura y no ayuda nada, pero en mi experiencia estamos ante una realidad que bien aprovechada y utilizada con sentido es una forma de crecer y acercar el arte a un público más joven. Estar en las redes no menoscaba la profesionalidad ni el rigor, como demuestran cada día muchos de los divulgadores que las utilizamos. En este sentido, un medio como hoyesarte.com es una buena muestra

– ¿Cómo ve el actual mercado del arte?

El mercado siempre ha existido, siempre ha estado ahí el valor económico del arte al margen muchas veces del valor artístico real. No me gusta pensar en el arte como un objeto de inversión pero la realidad es la que es. Para el público en general las ferias de arte no son espacios accesibles para hacerse con obras e, incluso, para muchas personas los precios de las entradas para acceder a esos ámbitos son muy elevados. Hay un valor objetivo a la hora de cuantificar una obra de arte, pero también hay mucha subjetividad y otra serie de factores que establecen los precios de mercado.

– ¿Con qué sentiría compensado el esfuerzo de haber escrito esta obra?

Me sentiría muy compensada si determinadas personas que no lo han hecho antes asumen que se pueden acercar al arte sin necesidad de tener estudios y conocimientos formales. Que pueden acceder a un museo de la misma forma y con la misma disposición que van al cine o a un concierto. Gente que no ha tenido la oportunidad de acercarse a esta disciplina y que lamentablemente se la están perdiendo. Que el lector sienta que le estoy contando una historia como si fuésemos amigos. Una historia que, independientemente de nuestra cultura y formación, todos podemos disfrutar.