Hubo otro tiempo, no tan lejano, en el que los hombres y mujeres de nuestros pueblos vestían de otra manera -diferente según la región-, siguiendo una tradición impuesta por su paisaje y sus creencias. Trajes de mucho colorido, una veces prácticos y en ocasiones ceremoniales, que poco a poco fueron arrinconados en baúles y armarios como consecuencia de la industrialización de los tejidos, la curiosidad por lo de fuera y, obviamente, por el empuje de las nuevas modas.
Muchos de estos trajes y vestidos quedaron sólo para las ocasiones especiales o para las representaciones de danzas y músicas populares. Por su diversidad y belleza forman parte hoy del patrimonio cultural de España.
Sin embargo, apenas hay bibliografía en torno a esta indumentaria. Por ello, una serie de personas se han dedicado a lo largo de los últimos cinco años a recoger esta tradición que las asociaciones de Coros y Danzas han logrado mantener en muchas regiones españolas. Todos los grupos de las diferentes comunidades autónomas que han participado en esta investigación han ofrecido su patrimonio etnográfico de forma desinteresada.
Con historia
La mayor parte de la indumentaria que hoy se conserva corresponde a los siglos XVIII y XIX, aunque a menudo incorpore elementos de siglos anteriores. Es el caso de los trajes de Galicia, Asturias o Cantabria, que suelen incluir en la espalda de sus chalecos dibujos que en la mayoría de los casos son signos celtas que también aparecen en estelas o grabados ancestrales de su entorno.
Otro tanto se puede decir de los aderezos y joyas que lucen las mujeres de Ibiza y Salamanca, geográficamente tan distantes entre sí, que recuerdan a los collares con que se adornan las damas ibéricas de Elche o Baza. Herencia romana son sin duda las fíbulas que se lucen en casi todas las regiones y como secuela del periódico visigodo muchos trajes mantienen las cruces, similares a las encontradas en los tesoros de Guarrazar o de Torredonjmimeno.
Y hay más: los árabes dejaron su huella en la indumentaria, sobre todo en el periodo mudéjar. Los viajeros románticos que recorrieron España en el siglo XIX quedaron sorprendidos por la forma “musulmana” de cubrirse de las mujeres andaluzas, dejando sólo un ojo al descubierto. E incluso las humildes alpargatas o el uso de la manta en los hombres andaluces y murcianos, son herencia de la cultura popular árabe.
A los elementos históricos se fueron añadiendo con el tiempo otros procedentes de países muy lejanos, como el mantón de Manila procedente de la colonia española de Filipinas que fue incorporado masivamente en el traje popular de muchas regiones. También muy popular se hizo la mantilla, en todas sus variantes, procedente de los Países Bajos. Su uso y el de los encajes son comunes en todo el territorio nacional.
Rafael Romero nos señala además otros aditamentos y prendas que complementan este tipo de indumentarias, desde los sombreros hasta las capas o calzados: esparteñas, madreñas, zocos, albarkas, votos, chapines….
En la pintura
La fotografía y la pintura han servido de ayuda para recuperar los trajes populares de nuestros antecesores ya que en todas las épocas las personas han sido retratadas en su entorno de trabajo, celebrando sus ritos o vistiendo sus atuendos.
En España, en los dos últimos siglos, muchos pintores dejaron testimonio de estos trajes a través de sus cuadros en los que reflejaban escenas de la vida cotidiana. En el siglo XVIII Juan de la Cruz Cano aportó una colección de trajes de España tanto antiguos como modernos y Francisco de Goya, con sus cartones para tapices de la Real Fábrica, también dejó un valioso testimonio de la indumentaria que usaba el pueblo de Madrid en sus celebraciones, hasta el mundo que con el tiempo pasaron a denominarse “goyescos” el tipo de trajes que lucían los protagonistas de aquellas estampas.
En la escuela sevillana del siglo XIX, dos artistas del costumbrismo dejaron obras maestras: Manuel Rodríguez de Guzmán: La feria de Santiponce y Parejas con trajes regionales; y José Gutiérrez de la Vega: Andaluces. El costumbrismo en la pintura se extendió por toda España con ejemplos tan notables como Santiago Rusiñol en Cataluña, Fernando Álvarez de Sotomayor en Galicia, Eugenio Hermoso en Extremadura o Carlos Vázquez Úbeda en Castilla la Mancha.
Destacaron dos geniales artistas: Ignacio Zuloaga, con sus cuadros del País Vasco y de ambiente castellano; y el valenciano Joaquín Sorolla, que recorrió todos los rincones del país para realizar en 1912 infinidad de bocetos para su gran obra Visión de España, un encargo de la Hispanic Society of América cuyo mural es el mayor homenaje que se han hecho nunca a los tipos y trajes tradicionales de España.
Indumentaria tradicional en España [2]
Rafael Romero Cárdenas
Fotografías de Manuel Fernández Cuevas
Lunwerg. 2013.
Precio: 29,50 euros