Con esta obra, el autor se acerca a la belleza no solo de las obras de arte, como un cuadro de Vermeer, sino también a elementos y aspectos de la vida cotidiana, desde un tazón japonés a la manera de usar un martillo, pasando por la actriz Diana Rigg en su papel de Emma Peel o el placer que se obtiene al oír música pop y disfrutar de espacios abiertos, sonidos o aromas. Habla de lo prosaico y lo sublime, de lo imperfecto y lo ideal que hay en ellos.

Las palabras elegidas son el “tò kalòn” de los antiguos griegos, la idea japonesa del “wabi sabi”, el hebreo “yapha”, el concepto navajo de “hozho”, el sánscrito “sundara” y el “beauty” inglés.

Este análisis posee claridad y agudeza sin necesidad de dogmas y términos especializados. Aunque podrían haber sido varios miles, Los seis nombres de la belleza se convierten en el libro de Crispin Sartwell en ideas sencillas y profundas a propósito del mundo y de nosotros mismos.