Más allá de cuestiones puramente históricas o académicas, este volumen ilustrado sostiene que el arte es capaz de enseñarnos a llevar una vida mejor. ¿Es posible ser mejor amante gracias a Whistler? ¿Cómo nos enseña Jacques-Louis David a aceptar el inexorable paso del tiempo? Gracias a Internet, los dos autores explican, a cuatro manos, esta sorprendente propuesta.
Arte como terapia puede ser leído como una crítica global al mundo del arte: museos, universidades, galerías, artistas… ¿Es posible lograr un cambio tan radical como el que propone?
Pensamos que la idea de que el arte puede ayudarnos debería ser más importante que el debate acerca de cómo estudiamos y exhibimos las obras de arte. Puede que lleve algún tiempo cambiar esta mentalidad, pero tenemos la esperanza de que así sea.
Gracias a la tecnología, vivimos conectados a los demás las 24 horas al día. Sin embargo, cada vez nos sentimos más solos. ¿Cómo puede ayudarnos el arte a superar esa soledad?
Nos sentimos solos porque perdemos la cercanía con otras personas y percibimos que no compartimos nada importante con los demás. El arte puede ayudarnos a hacer evidente aquello de lo que carecemos. Además, las obras de arte también pueden ser parte de la solución: es posible compartir con otros nuestra apreciación del arte, a través de obras que nos emocionan y estimulan, expresando ideas y sentimientos que habitualmente nos resulta difícil poner en palabras. El arte nos ayuda a explicarnos.
«Neutralizamos nuestros sentimientos antes de que nos invadan»
Ustedes hablan de la sorpresa en el arte. ¿Hemos perdido nuestra capacidad de sorprendernos?
La sorpresa más importante sucede cuando encuentras algo que tiene más importancia y significado del que preveías. Esto implica vulnerabilidad. Tenemos la idea de que los visitantes de las galerías de arte son personas con gran conocimiento de la materia. Así que, presuponemos, no hay cabida para la sorpresa. Saben exactamente lo que van a encontrarse. La sorpresa implica admitir que no sabes a qué te enfrentas. No debería importarnos que esto sucediera, pero nos sentimos intimidados fácilmente. Neutralizamos nuestros sentimientos antes de que nos invadan.
En algunos momentos parecen añorar el contenido doctrinario del arte religioso. ¿Por qué?
Diferenciamos entre la doctrina religiosa y el mensaje emocional de la obra de arte. Por ejemplo, un cuadro de la Virgen María es, emocionalmente hablando, la imagen ideal de una madre: cariñosa, comprensible, cercana… y una madre que es todo esto incluso en los peores momentos. Este mensaje puede ser muy útil para nosotros aunque no compartamos la doctrina católica de la Inmaculada Concepción. El cristianismo tiene un contenido emocional que es válido aunque no estés de acuerdo con el aspecto puramente religioso.
«Grandes logros pueden ser realizados por personas aborrecibles»
La historia transmite numerosos ejemplos de grandes obras de arte realizadas por seres humanos deplorables. ¿La obra adquiere autonomía una vez concluida?
Por supuesto. Si la obra de arte contiene un mensaje de esperanza resulta muy triste rechazarla por el comportamiento del autor. En cualquier caso, a veces resulta de gran ayuda tener en mente que grandes logros pueden ser realizados por personas aborrecibles. Esto es algo que sucede cotidianamente. Un compañero del trabajo especialmente desagradable, por ejemplo, puede poseer una gran capacidad profesional.
A partir de este libro han organizado exposiciones desarrollando sus ideas en el Rijksmuseum, la National Gallery de Victoria y la Art Gallery de Ontario. ¿Cómo han sido recibidas por los visitantes? ¿Y por la crítica?
Los museos nos han apoyado mucho. Especialmente aquellos que consideran como parte de su labor acercar el arte a la sociedad. Comprenden que tiene una responsabilidad cívica. Entre los críticos, la reacción ha sido más ambigua. En teoría se trata de personas con un mayor conocimiento de la historia y la teoría del arte. Su interés se decanta más hacia aspectos académicos. No obstante, nosotros pensamos que los críticos deberían mostrar a los aficionados a identificar aquellas obras que puedan ayudarles en su vida diaria.
En sus orígenes, la filosofía era una forma de vida. En la actualidad, el filósofo parece recluido en un despacho universitario. ¿Por qué ha renunciado la filosofía a influir en la vida de los ciudadanos?
En las universidades, los profesores de filosofía trabajan para satisfacer a otros profesores de filosofía. No tienen la necesidad de llegar a más gente. No forma parte de su trabajo. Ese es el principal problema del mundo académico. En el espíritu de la filosofía no se encuentra la necesidad de ser esotérico y elitista.
«Para que el encuentro con el arte sea fructífero debemos dejar que aflore nuestro verdadero yo»
Algunos círculos académicos ven con recelo el éxito mediático. Ustedes lo han logrado. ¿Han sido comprendidos por sus compañeros?
La reacción es diversa. En líneas generales, los responsables de las universidades ven con buenos ojos las iniciativas que amplían la difusión de la filosofía fuera de las aulas. Son conscientes de que, además, la filosofía puede enseñar a los estudiantes cosas que les sirvan en su día a día. Sin embargo existe un pequeño núcleo de filósofos que no comparten nuestra visión.
Tanto el arte como la filosofía son considerados por muchos como fenómenos ajenos a su vida. ¿Cómo les convencerían de que están equivocados?
Lo primero que debemos hacer es ser conscientes de qué sucede en nuestra vida: las esperanzas y decepciones en nuestras relaciones; la ansiedad ante el paso del tiempo; el ataque de la envidia y la ambición; nuestra reacción ante la naturaleza… No son temas de los que habitualmente hablamos. Pero si rascas, tras la superficie, descubres que son experiencias que compartimos todos. Y el arte trata de todas ellas. Sin embargo existe un halo alrededor del arte que nos impide percibirlas. La música, por ejemplo, es una excepción. Una canción es capaz de conectar rápidamente con el oyente a través de la emoción. El siguiente paso sería expresar los sentimientos que despiertan en nosotros las obras de arte. Qué es lo que nos gusta o disgusta de ellas. Para que nuestro encuentro con el arte sea fructífero debemos dejar que aflore el verdadero yo.