Sus seguidores la admiran, hasta el punto de que arrancan de las calles los carteles publicitarios que ha realizado, lo que le hace sentirse muy afortunada: «Me siento muy feliz, nunca me lo habría imaginado».
Sus dibujos transmiten emociones profundas difíciles de explicar, en ellos descarga momentos y situaciones que han marcado su vida. «Lo entiendo un poco como me pasa a mí con las canciones, cuando has recibido un golpe muy fuerte y escuchas una canción que te alivia un poco, la haces tuya y la pones en bucle. Con los dibujos está pasando algo parecido y me parece muy curioso y precioso».
Su pasión por las artes plásticas comenzó cuando era muy pequeña y gracias a sus padres, «me apuntaron a una academia cuando tenía cuatro años», una formación que se completó años después cuando realizó la carrera de Bellas Artes y con diferentes becas en países como Chile, Estados Unidos e Italia.
Tiene un estilo muy personal y marcado, ¿cómo fue el proceso hasta encontrarlo?
Es fruto de muchísimo trabajo. Este estilo está siendo bastante reconocido en estos momentos y es distinto a lo que se estaba viendo, pero es algo que ha salido a base de pintar, pintar y pintar. Cuando me di cuenta de que necesitaba hacer un tipo de imagen que fuera mucho más inmediata que un cuadro al óleo recuperé el dibujo que solía hacer con un pincel muy fino y con la pintura muy aguarraseada como para encajarlo antes de empezar a pintar. Aquel dibujo era algo que luego no se iba a ver, entonces me tomaba la licencia de rayar y rayar. Cuando empecé a dibujar, por esta necesidad de inmediatez recuperé aquellos dibujos y poco a poco se han ido puliendo. Si realmente lo pienso no es algo de hace tres años, aunque haga tres años que me dedico a ilustrar y no a pintar. Es algo que está ahí desde mis comienzos.
¿Qué artistas han influido en su estilo?
Goya y Velázquez me encantan. Siempre que vengo a Madrid voy al Prado y los visito. También me gusta muchísimo Hopper, Vermeer y Richter, sobre todo esos cuadros que hace con las veladuras y con los fundidos en horizontal. Como es muy gráfico lo que hago, casi todos mis referentes son mucho más pictóricos.
Con respecto a su proceso de trabajo, ¿es diferente ilustrar el texto de otra persona que el propio?
Sí. Normalmente, cuando ilustro un libro de otra persona es que me gusta mucho, y acabo haciéndolo mío y sintiéndome muy cómoda. Pero es cierto que cuando trabajas para otro estás más alerta frente a ciertas cosas que no te importan cuando trabajas para ti. Por ejemplo, la cuestión del parecido de la gente a la que dibujo. Cuando me hacen encargos particulares, en los que se me piden justamente que dibuje a alguien, ese alguien necesita reconocerse. Ahí hay una parte técnica que es mucho más pesada y no acabas de tener libertad totalmente. Cuando trabajas para ti mismo te da igual dibujar a alguien y que no se acabe pareciendo, porque el parecido es lo último, lo que quieres es que esa figura que estás dibujando transmita lo que dice el texto que acompaña.
«Una cara cuenta tantas cosas que me parece muy interesante todo lo que se puede leer en ella»
En su obra texto e imagen van muy unidos, ¿el texto le lleva a la imagen o la imagen le lleva a texto?
Normalmente el texto lleva a la imagen. Hay algunos casos muy concretos en los que he hecho un dibujo y luego he necesitado un texto, pero la mayoría de las veces el texto aparece primero.
Desde el principio sé hacer imágenes, pero me ha costado mucho más atreverme a hacer textos. En este libro sí que hay un 50% de imagen y texto. No lo he concebido como un libro de relatos ilustrados, no los veo publicados de manera independiente a los dibujos, porque necesitan de estos para ser entendidos. Hay algunos relatos que son inicios de algo, se insinúa una historia y luego se acaba, por lo que necesitas de la ilustración para entender esa historia o saber hacia dónde tienes que interpretarla.
Cuando pintaba al óleo intentaba que hubiera texto en los cuadros, pero claro, son dos lenguajes antagónicos, la tipografía y un cuadro al óleo. Pero cuando empecé a dibujar era muy fácil, una línea de lápiz la continuabas, salías del dibujo y escribías una palabra. En estos primeros dibujos sí que era más importante la imagen y el texto era secundario. Era por el respeto que tengo por la literatura. No me atrevía a creerme escritora, a introducirme en un campo que no era el mío. Ahora creo que he llegado a un punto en el que pueden competir ambas disciplinas.
¿Cómo surge el libro Qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END?
Lunwerg me hizo un regalo cuando me convocó para hablarme de un proyecto. Pero no me hablaron de un proyecto que existía y que tenía que ilustrar, sino que me dijeron que querían publicar mi libro. Era una oportunidad que no podía rechazar. Me dieron total libertad en todos los ámbitos y con esta presión me tomé un tiempo para decidir si iba a ser un libro sólo de ilustraciones o de relatos con ilustraciones, que es lo que he hecho, o un libro que hablara sobre cine, que me interesa…, le di muchas vueltas y cuando les propuse el proyecto vimos que no se podía hacer en cuatro meses, la idea inicial, y al final se dilató durante un año.
Lo que intenté es hacer lo que ellos me pedían, que fuera mi libro. Ahora lo tengo y digo, sí, esto soy yo. He disfrutado mucho escribiendo, algo que no me imaginaba y es muy estimulante. Aunque se tenga que trabajar muchísimo, la literatura es mucho más libre, puedes empezar a escribir algo que no sabes dónde va a acabar. Sin embargo, en un dibujo, o por lo menos en el tipo de dibujo que hago, hay una planificación previa muy bestia. Trabajo muchas horas el encaje, entonces ya sé lo que va a pasar al final. Disfruto mucho del proceso, pero no me llevo grandes sorpresas. Y, sin embargo, con el texto sí que me las he llevado.
Son historias muy personales, que llegan y no dejan indiferente a nadie, ¿se ve reflejada en estos relatos?
Sí, hay 40 historias que parten de hechos autobiográficos, en los que hay muchísima literatura. Esta es como mi versión de los hechos, aunque tiene partes de ficción. Pero son temas con los que me siento cómoda y de los que necesitaba hablar. No es exactamente como ir al psicólogo, pero sí un poco vaciarte y poner fin a algo que has ido arrastrando durante mucho tiempo. Esa es una de las cosas que me ha ofrecido hacer este libro.
En este libro se palpa su fascinación por el retrato, ¿qué le aportan a la hora de expresar?
Tengo fijación por el retrato desde que era muy pequeña. Cuando empecé Bellas Artes, la asignatura de retrato no la pude coger hasta tercero, y los dos primeros años fueron duros porque teníamos que hacer dibujos de modelos y a mí la cara, como ahora con la literatura, me daba mucho respeto, veía que era algo tan complicado que no me atrevía a dibujarla. Hasta que finalmente pude coger la asignatura y, a partir de entonces, me he obsesionado.
En este libro también hay muchos paisajes pero el 80% son retratos, y son retratos de mi entorno, de la gente a la que quiero y claro, dibujar a alguien a quien quieres es como estar con ese alguien. Con mi hermana he estado muy unida, aunque hace años que vivimos separadas, y me encanta dibujarla porque estoy seis horas con ella. Es muy íntimo, y una cara cuenta tantas cosas que me parece muy interesante todo lo que se puede leer en ella.
En sus primeros dibujos utilizaba más frases de escritores que propias, ¿qué prefiere?
Es distinto, porque hay autores como María Lit, a la que conocí porque se me propuso hacer una exposición ilustrando sus versos, con la que conecté mucho, de hecho ahora es una de mis mejores amigas, y me encanta cuando me pasa un texto nuevo que todavía está puliendo y me pregunta mi opinión y luego, si surge la posibilidad de ilustrarlo, es muy estimulante. Al final, el trabajo que sale de un texto de una persona con un dibujo de otra es mucho más rico. Hay dos visiones, la visión de una y la visión de la otra suman y crean otra cosa. Y cuando haces tu libro depende todo de uno mismo. Por una parte tienes más libertad y es más personal pero por otra hay menos riesgo.
«El trabajo que sale de un texto de una persona y un dibujo de otra es mucho más rico»
La música también juega un papel muy importante ¿qué le aporta?
Desde siempre, las letras de las canciones me han obsesionado bastante y, al final, muchas de ellas son pequeñas historias y hay mucho de literario en ellas. Es algo muy visceral, no puedo teorizar sobre la música, es algo que siempre me ha atraído muchísimo y de hecho vivo rodeada de músicos. Me apasiona que alguien abra la caja de un piano y se ponga a tocarlo, me parece que es algo mágico, muy inspirador.
Internet ha jugado un papel importante en su carrera…
Internet es un escaparate y si lo utilizas bien, sobre todo las redes sociales, puedes sacar muchísimo provecho, y si las utilizas mal te pueden hacer mucho daño. Creo que en la época en la que estamos, en el contexto que nos está tocando vivir, que es muy difícil vivir de la ilustración y de las artes plásticas en general, es una forma de darte a conocer sin necesitar un intermediario.
Creo que lo que ha sucedido es que trabajo con imágenes. Las imágenes son fáciles de consumir y, además, transmiten el entusiasmo que tengo por lo que hago, aunque lleve 12 años en ésto, la ilusión por intentar vivir las cosas como si las vivieras la primera vez, el no contaminarme de la rutina, intentar encontrar estímulos… Y creo que al final todo el mundo quiere eso. Queremos sentirnos vivos, queremos creer en lo que hacemos e ir dando pasitos.
¿Cómo ve la ilustración en estos momentos?
La ilustración es un medio. Muchos autores estamos trabajando con ilustración como podíamos trabajar con escultura o como podríamos pintar un cuadro o hacer una canción. Es una forma de expresión y se ha desvinculado en parte de esta función de ilustrar algo de otro. Es una forma de expresar algo que tú sientes, de crear.
¿Qué proyectos tiene en mente?
Soy muy de pies en el suelo y de poco a poco, porque ya va todo muy rápido por sí solo. Y la experiencia de haber hecho este libro con Lunwerg ha sido fantástica y ahora estoy con dos proyectos literarios más que me permiten encerrarme en mi estudio. Pero me encantaría continuar en el mundo editorial. Me estimula muchísimo.
- La galería Mad is Mad [2] (Madrid) acoge hasta el 22 de marzo la obra de Paula Bonet, que presenta 15 de las ilustraciones originales de Qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END, su primer libro en solitario, que habla de enamoramientos, amistad, mariposas en el estómago, infidelidades, nudos en la garganta…