Bill Viola está considerado como el videoartista más acreditado del planeta y sus exposiciones son las más multitudinarias en su género, aunque el libro se detiene igualmente en sus fracasos, sus depresiones y “bloqueos mentales” y en su larga “travesía del desierto”.
Viola comenzó a utilizar el vídeo con finalidades artísticas, junto con otros artistas, a mediados de los años sesenta y consiguió desarrollar el nuevo medio de expresión a principios de los 70. A lo largo de 35 años ha producido cintas de vídeo, instalaciones arquitectónicas virtuales, sonidos ambientales, actuaciones de música electrónica, piezas de vídeo en pantalla plana y obras para ser emitidas por televisión.
Sus instalaciones de vídeo, montajes completos que envuelven al espectador en la imagen y el sonido, usan las tecnologías más avanzadas y son exhibidas en museos y galerías de todo el mundo. Sus trabajos se centran en experiencias humanas universales (nacimiento, muerte, evolución de la conciencia) y tienen sus raíces tanto en el arte oriental como en el occidental, así como en las tradiciones espirituales. Para contribuir a la implicación del espectador con la imagen y para que conecte profundamente con sus significados, el videoartista neoyorquino recurre a menudo a técnicas de cámara ultralenta.
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