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«Velázquez tuvo que elegir entre arte y vida personal»

¿Cuál fue su objetivo cuando decidió escribir Velázquez desaparecido?

Quería escribir un libro sobre Velázquez. El tipo de libro que quise realizar era muy pasional. Tenía una intención que era que todo el mundo viniera al Museo del Prado a disfrutar de los cuadros de Velázquez. Hubiera sido imposible que yo hubiera escrito este libro en Inglaterra como una obra de historia del arte. Muy poca gente lo habría leído y, además, esta forma de escribir sobre el arte no es muy frecuente en el mundo editorial británico. Cuando me encontré por casualidad el texto, el folleto de John Snare, me pareció que ese documento me había caído del cielo. Fue un golpe de suerte porque a través de ese pobre hombre cuya vida había sido arruinada por un cuadro de Velázquez pude investigar muchas cosas: su propia historia, la llegada de los cuadros de Velázquez al Reino Unido y a Nueva York, la experiencia de contemplar una pintura que me fascina y, a través de esta en principio insignificante historia, he podido consolidar mi fascinación sobre este pintor y expresar todo lo que siento sobre Velázquez.

Es inevitable preguntar cuánto de historia verdadera hay en este libro.

Todo, absolutamente todo lo que el libro recoge es cierto. No me he permitido el lujo de la ficción en ningún momento. Todo lo narrado sucedió. Incluso después de que el libro se publicara en Londres he seguido descubriendo cosas relacionadas con Snare, lo que hace que su historia todavía sea más trágica si cabe. Su relación con la pintura de Velázquez parece totalmente novelesca, pero, insisto, es totalmente real.

¿Quién era John Snare? ¿Un loco, un visionario, un fanático o un adelantado a su tiempo?

Hoy sabemos lo que le ocurrió a este hombre y en cierto modo está relacionado con la obsesión que hay en el Reino Unido con el tema de las clases sociales. Para empezar, Snare era un humilde librero de provincias que difícilmente hubiera tenido dinero para ir a Londres porque la máquina de vapor y el ferrocarril acababan de inventarse y el traslado era muy caro. Era tan humilde que se hace impensable que él hubiera podido ver cuadros en castillos o grandes mansiones aristocráticas. Para él la única forma de ver cuadros y disfrutar de la pintura es cuando, brevemente, se exhibían en las casas de subastas.

¿Es en una subasta donde se encuentra con el cuadro de Velázquez?

Efectivamente. Cuando aparece en la subasta este cuadro de Velázquez y él es capaz de hacerse con él por una cantidad muy pequeña de dinero, ocho libras, equivalentes a lo que costaba un caballo en la Inglaterra victoriana, él cree que realmente esa pintura no puede ser del gran pintor español porque piensa que la gente con cultura y dinero de Londres e incluso los aristócratas lo habrían comprado ya. Así que en el principio de la historia de John Snare hay un momento en que siente pena por haber comprado aquello que cree que no es auténtico. Analizado todo eso llegaríamos a la conclusión de que aquel hombre tenía lo que hoy conocemos como complejo de inferioridad.

¿Cuándo se convence de que está ante un cuadro auténtico?

A medida que va avanzando su historia descubre cada vez más cosas sobre Velázquez y su forma de pintar. Además puede contemplar y disfrutar de otras obras del pintor en Londres que eran propiedad del Duque de Wellington y habían sido robadas de Madrid por José Bonaparte y tomadas en el campo de batalla durante la Guerra de la Independencia por los ingleses, razón por la que los franceses no tienen ningún Velázquez y los ingleses sí.

En esa situación, a Snare le llegan noticias a través de la prensa británica de la época y de los expertos en arte que le confirman que el cuadro que compró es realmente de Velázquez. Pero, por su carácter acomplejado, se obsesiona con la única opinión contraria a la autenticidad de la tela, que es la de un experto, un sujeto muy rico y poderoso como diputado del Parlamento británico que manifiesta que el cuadro no es auténtico. Ahí cambia la historia de nuestro hombre.

¿De qué forma?

Empieza a actuar a la defensiva. Piensa que el experto que se manifiesta en contra, y que posee una estimable colección de arte, le está persiguiendo con el fin de apoderarse de su cuadro. Su relación con esta pintura cambia y su actitud lleva a que se produzca un pleito en el que se le acusa de haberlo robado. Él se defiende y desde ese momento su obra significa mucho más para él que una obra de arte: es la razón de su vida. Cuando finalmente se va a Nueva York, el cuadro de Velázquez es su único acompañante. Vive en soledad con el cuadro en una pequeña habitación alquilada durante treinta años. Creo que al final John Snare se vuelve loco.

«Seguramente moriré sin saber el destino final del retrato»

Estamos hablando realmente de una historia de amor…

Exactamente. Es una historia marcada por la pasión, la entrega, los momentos de odio y duda y reconciliación. Amor, en definitiva.

Con lo que hoy se conoce, ¿puede afirmarse con rotundidad que aquel cuadro era realmente de Velázquez?

Sí. En cuanto a la autoría del cuadro tengo que decir que cuando estaba haciendo la investigación y recabando documentación para escribir el libro hubo momentos en los que me embargó la duda respecto a la autoría. Durante algún tiempo pensé que quizás se trataba de una obra de Van Dyck o una copia o una falsificación… Pero los miles de personas que vieron el cuadro, y estoy hablando de muchos miles, todos lo describieron del mismo modo que nosotros ahora describiríamos un cuadro de Velázquez y eso me lleva a concluir que probablemente Snare tenía razón. Aunque no lo sabemos con absoluta certeza.

¿Se sabe cómo se gestó esa obra?

Fue pintada en Madrid a finales del verano de 1623 en la misma época en la que fueron realizados por Velázquez los cuadros de Felipe IV. Sabemos que uno de los retratos de Felipe IV fue pintado en la misma semana que el retrato del príncipe Carlos de Inglaterra del que hablamos. Por cierto, que el príncipe Carlos por primera vez se deja una barba española durante su estancia en España y esa barba es tan famosa que los niños de hoy en Inglaterra cuando hacen un dibujo de Carlos de Inglaterra lo reflejan con esa barba.

¿Dónde puede estar hoy ese cuadro? ¿Cuál ha sido el destino de ese retrato?

Esa es la pregunta del millón. A lo largo de todo el tiempo que estuve investigando para el libro pensé que el cuadro aparecería. Estaba convencida de que iba a encontrarlo. De hecho pude encontrar uno de los dos cuadros, porque hay dos cuadros con el mismo, exactamente el mismo motivo. Ese cuadro está colgado en una pared de Hollywood y es propiedad de alguien que pertenece a la industria del cine. Es un cuadro magnífico, pero no es el cuadro de Snare, porque el que está en Hollywood fue vendido hace diez años por un marchante británico. La verdad es que no sabemos hoy dónde está el cuadro de John Snare. Aunque los norteamericanos creen que está en Estados Unidos y los británicos que en Reino Unido y algún historiador español ha sugerido que el cuadro en realidad nunca salió de Madrid.

Pero, como experta, ¿usted qué cree?

Creo que este retrato desapareció en la caja de seguridad de un banco en la ciudad de Reading, donde vivió Snare. Ese cuadro se exhibió en un museo de Reading a principio del siglo XX y después de eso acaso se deterioró y se perdió. No hay ningún miembro de la familia Snare que haya sobrevivido y pueda aportar algo concluyente. Sinceramente creo que esa obra se perdió al igual que ha sucedido a lo largo de la historia con muchos otros miles de cuadros. Dicho esto, recientemente y después de publicar el libro descubrí que el director del banco en el que el cuadro estaba guardado en la década de 1920 y 1930, e incluso ya instalados en la de los años 40, posteriormente trató de encontrar el cuadro, lo buscó porque había desaparecido de la caja de seguridad. Eso confirma que no fue destruido en esa caja de seguridad y que algo pasó después. El director de ese banco murió sin haber encontrado lo que buscaba. Algo que seguramente también me pasará a mí (sonríe Laura Cumming al decirlo), pues moriré sin saber el destino final del retrato.

Como hija del pintor James Cumming, ¿ha querido rendir homenaje a su memoria a través de Velázquez desaparecido?

Así es. Pasión y arte son inseparables y eso es evidente en relación con mi padre y, por supuesto, en relación con el enorme genio de Velázquez.

¿Por qué no podemos dejar de leer su enigmático libro sobre el pintor español?

Con toda humildad pretendo que con este libro personas que no se han acercado a la obra de Velázquez lo hagan. Animarles a visitar el Museo del Prado y admirar esos retratos, esos enanos pintados con tanta compasión, esos viejos vagabundos y finalizar con Las Meninas para comprender que Velázquez es el genial pintor de todos.

La historia

En 1845, John Snare, un humilde librero inglés, se topó en una subasta con el retrato ennegrecido de Carlos I de Inglaterra que desafiaba cualquier explicación: el retratado era demasiado joven para ser rey y para haber sido pintado por el artista flamenco a quien se atribuía la autoría. Al sospechar que podía tratarse de un Velázquez perdido mucho tiempo atrás, el librero compró el cuadro y se propuso averiguar su extraña historia.

Cuando Laura Cumming tropezó con la historia de Snare emprendió su propia búsqueda, cuyo objetivo incluía tanto la vida del librero como la vida y obra de Velázquez, «un pintor tan portentoso como esquivo».

Velázquez desaparecido recoge esta enigmática historia, pues al hacer pública su teoría Snare fue condenado al ostracismo y forzado a elegir, «como lo hizo Velázquez, entre arte y vida personal», y, además, constituye un magnífico acercamiento a la figura del pintor español.

Velazquez desaparecido [1]Velázquez desaparecido [2]
Laura Cumming
Traducción: Belén Urrutia
Taurus
336 páginas
23,90 euros
E-book: 12,99 euros
Lea un fragmento del libro [3]