Obras Completas
Ahora, cuando se cumple el primer aniversario de su ausencia, ve la luz como parte esencial del conjunto, el cuarto de los volúmenes de sus Obras Completas. Todo comenzó hace poco más de tres años, cuando cumplidos de largo los 101, Ayala materializó uno de sus sueños al asistir a la publicación de la cuidadísima edición del primero de los siete tomos que está previsto integren las Obras Completas que viene editando Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Entonces, en aquel acto, Carolyn Richmond, responsable de la edición y profunda estudiosa de la obra de su marido, puntualizaba: “en décadas recientes, conforme su prolongada vida se acercaba al centenario, el autor venía repitiendo con creciente insistencia que para él la verdadera realidad es tan sólo aquella que encuentra expresión bajo forma literaria. Esto significa que la vida, su propia vida, es, en definitiva, literatura y la literatura es vida”.
Así lo confirmó en aquella ocasión el propio Francisco Ayala, con una clarividencia y frescura intactas pese a su edad, al presentar el tomo sobre Estudios Literarios, con el que arrancaba una publicación que él mismo había supervisado de primerísima mano.
Esa posibilidad de dar una lectura final al conjunto de su obra era el primero de los muchos valores que el propio escritor entonces destacaba, “incluso tengo esa suerte, por cuanto suelen publicarse este tipo de obras cuando el correspondiente autor ha fallecido y, en consecuencia, no puede hacer la revisión definitiva de su propia obra. Esa circunstancia incrementa de forma substancial la posibilidad de que se incluyan textos incorrectos o desechados por su creador”.
Autobiografía (s)
En Autobiografía (s), el volumen que coincide con el primer año de su ausencia, el propio Ayala hace memoria de sus pasos en la tierra y al hacerlo nos acerca a algunos de los hechos trascendentales de un siglo trascendental como fue el XX.
Como testigo excepciona,l y de su mano directa, tenemos la oportunidad de asomarnos, por ejemplo, al Madrid cultural y político de los años 20, los deseos renovadores de la República y la vanguardia literaria, la violencia y el conflicto ético de la Guerra Civil, a la Alemania convulsionada por el nazismo, al Nueva York que se convertía en la gran metrópoli del mundo o al Buenos Aires desbordante, en el que vivió años de exilio.
Como apunta en el prólogo de este tomo Luis García Montero, la memoria es la piel de la realidad. Ella nos define, nos reúne con nosotros mismos, elabora la personalidad que necesitamos para defendernos, entender el mundo y negociar con la vida. La prosa autobiográfica de Francisco Ayala es un balcón abierto a un siglo, “con vistas a la experiencia personal, a las imágenes de España y a las razones del mundo”.
Pero, además, a través de los tres libros que reúne este tomo: Recuerdos y olvidos (1906-2006), El tiempo y yo, o el mundo a la espalda, y De mis pasos en la tierra, el lector constata que Ayala fue un escritor precoz que ya a los 19 años publicó sus primeros textos. “Entiendo que dar razón de mi obra literaria equivale a dar razón de mi vida pues desde muy temprano sentí que, siendo mi vocación las letras, si había de escucharla y seguirla todo lo demás tendría que supeditarse a su cultivo”.
Autor complejo, que no críptico ni complicado, a lo largo de ocho décadas Ayala abordó prácticamente todos los campos de la creación literaria, con la excepción acaso del teatro. Y lo hizo de un modo lúcido y libre. Sin ataduras.
Sociólogo de formación, “por respeto a la literatura, apunta de propia voz, evité el depender de sus magros gajes; y así, no he sido jamás, en rigor, un escritor profesional, no he vivido de la pluma, sino de otros oficios y menesteres que me libraban de someter la invención poética a las servidumbres de la dura necesidad. Entre esos oficios, el más constante y el más afín a mi vocación ha sido el de profesor universitario: profesor de ciencias políticas y profesor de literatura”.
Pero Ayala es más. Es el liberal convencido empujado al exilio, el demócrata de compromiso, el lector voraz, el crítico ejemplar que nos enseña a leer mejor, a ver donde otros no han visto. Es el experto en cine, y el analista político, y el historiador, y el humanista…
Todo ello se manifiesta con la contundencia de una obra plural, sin fisuras, en donde se mezcla la narrativa con el ensayo, la crítica con la historia, la poesía con el análisis.
Vivir y ver
En 2007, cuando quien esto escribe le entrevistaba y le pedía un a modo de balance sobre vida y obra, Ayala, desde el sosiego y la sabiduría concretaba: “La vida ha sido buena conmigo, y generosa. No soy persona de nostalgias, sino de mirar, de cara, el presente y el futuro. Así he llegado hasta hoy. He dejado escrito que me he dedicado a elaborar unas cuantas ficciones. Sin embargo, con esto no está todo dicho pues me veo en la obligación de aclarar el sentido que esa dedicación ha tenido y sigue teniendo. Pudiera haberme dedicado a escribir novelas y otro tipo de fabulaciones y no fabulaciones con el objetivo de ofrecer al consumo de los lectores un entretenimiento más o menos intenso o un simple objeto para el posible disfrute. Pero no ha sido así, jamás escribí con tan altruista intención, sino con otra en el fondo bien distinta como es la de poner mis capacidades para lograr formular en imágenes mi visión del mundo y contárselo a los demás”.
“Cada vez en mi vida, apostillaba, se fue haciendo más difusa la frontera entre el narrador y lo narrado, entre la vida y la literatura. Porque, para mí, la vida es literatura. A través de toda mi obra he buscado dialogar, al tiempo, conmigo mismo y con el lector. Así justifico mi presencia y paso por el mundo. Así, por decirlo de alguna forma, expreso mi compromiso”.
Ese diálogo, por suerte para todos, continúa. Su cuerpo nos dejó hace un año pero nos queda un riquísimo conjunto de textos que constituyen una fiesta. La obra de Ayala nos ayuda a vivir, nos enseña a ver y, nos hace mejores ante nosotros mismos y ante el mundo.