George Gordon Byron (1788-1824), sexto barón de Byron, perdió la vida en la ciudad griega de Missolonghi el 19 de abril de 1824, sangrado, como explica Luengo, «por tres médicos incapaces que a fuerza de cortes y sanguijuelas trataban inútilmente de aliviarle unas fiebres».
Tenía 36 años y, aunque su querencia se arrimaba más al lado turco, había viajado a Grecia para unirse a la lucha por la liberación del país, algo que ya había hecho en Italia donde, en el curso de la guerra por su independencia, había escrito el poema narrativo Don Juan. Se implicaba en esas contiendas, como dejó escrito, “para oponerme a esos malditos carniceros de la corona y el sable” que como tales calificaba a los poderes políticos y a las autoridades pontificias.
Para entonces, su figura era enormemente popular en el firmamento cultural europeo. Su linaje aristocrático, su tumultuosa vida en Londres y en Venecia, sus simpatías revolucionarias y su temprana muerte sellaron la identificación del autor con personajes de sus obras, como Childe Harold, El corsario o Manfred, que parecían encarnar ese oscuro impulso de libertad y rebeldía nihilista propio del espíritu moderno.
La realidad, sin embargo, es más compleja y a la vez más fascinante, como demuestra su ingente correspondencia y estos Diarios que fueron definitivamente interrumpidos dos meses antes de fallecer, tras una serie de ataques convulsivos que los médicos no llegaron a precisar si eran de origen “epiléptico, paralítico o apopléjico”.
Genio y figura. Sólo veinticuatro horas antes de su fallecimiento preguntó a los que estaban al borde de su lecho si su vida corría peligro. Cuando le contestaron afirmativamente, él replicó: “Bien, pues que hagan lo que quieran. Me importa una mierda. Lo único que sé es esto: un hombre no puede vivir más allá de cierto tiempo sin dormir, a partir de eso o muere o se vuelve loco; pero evitaré ambas cosas mientras tenga una pistola”. Dicho esto corrieron a retirarle las armas que tenía junto a la cama.
Primer artista pop
Lord Byron, afirma Jordi Doce, «es el forjador del primer gran modelo de fama, el primer artista pop de un linaje que llega hasta David Bowie». Transgresor, valiente, y poco amigo de las convenciones sociales, Byron ha sido víctima de tópicos y leyenda falsas, como la de su supuesta bisexualidad. Como aclara Luengo: «Amaba a las mujeres y no era bisexual. Se le conocieron relaciones de confianza con jóvenes de ambos sexos en sus viajes por Oriente. Fue muy ingenuo y las dejó traslucir, pero eso fue como rememorando la imagen de la Grecia clásica y los protegidos porque en realidad era muy viril. Le gustaban mucho las mujeres y los hombres fuertes pero no hasta el punto de tener relaciones sexuales con estos».
Pero las leyendas vertidas sobre el autor de Don Juan, como la de que siempre actuó como un dandi, son fruto, en opinión de Luengo, “de las lagunas que existen sobre el estudio de su persona y el romanticismo inglés. Generó una nueva imagen del escritor como espectáculo, mezcló obra con vida. Su magnetismo sepultó su realidad. Nos hemos quedado con el Byron vestido de pirata, y escondido detrás del disfraz existe un autor universal”.
Los Diarios aclaran muchas de esas sombras –“sus confidencias derriban mitos sobre su promiscuidad y su figura, idealizada tras dos siglos de retratos distorsionados por el peso de la herencia victoriana”– y muestran al icono del romanticismo como un ser humano introvertido y próximo que huía de las apariencias.
En estos textos sin desperdicio comparece un Byron muy humano que, como concluye su traductor, “se vuelca por igual en el apunte costumbrista, las notas de viaje, el retrato del natural, la reflexión de índole moral o la introspección biográfica, capaz en ocasiones de un enorme candor. Por la vivacidad de su estilo, su penetración psicológica y su cautivadora franqueza, estas páginas son lo más parecido que tenemos a un autorretrato del poeta”. Apasionado; apasionante.
Lord Byron. Diarios
Edición a cargo de Jordi Doce
Traducción, introducción y notas de Lorenzo Luengo
Galaxia Gutenberg
385 p
22,50 euros