Bette Davis se convirtió en uno de los grandes mitos cinematográficos, sobre todo a partir de sus interpretaciones en Cautivo del deseo (1935), Peligrosa (1936), La mujer marcada (1937) y Jezabel (1938); después, tan solo fue una auténtica maestra del oficio, nada más y nada menos: Amarga victoria (1939), La carta (1940), La loba (1942), La extraña pasajera (1943), El señor Skeffington (1945), Más allá del bosque (1949), Eva al desnudo (1950), La estrella (1953), Un gánster para un milagro (1961), ¿Qué fue de Baby Jane? (1964)… Participó en más de cien películas, recibió 11 nominaciones, recibió dos Premios Oscar y fue la primera mujer en presidir la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos. Sin embargo, en uno de los altibajos de su carrera en los que le costaba levantarse del suelo, ella misma puso un sarcástico aviso en la revista Variety que decía: “Madre de tres hijos. Divorciada. Norteamericana. 30 años de experiencia como actriz de cine. Capaz aún de moverse; más amable de lo que dicen los chismes. Se ofrece para trabajo en Hollywood (ya estuvo en Broadway)”.
Bette no fue ninguna loba, pero sí una aries que no se resignaba a perder. Una tipa de carácter difícil, que se volvió dura por necesidad, aunque a veces fuera demasiado lejos en sus reacciones para poder sobrevivir…, pero incluso sus excesos emocionales resultaban verdaderamente realistas. Pocas actrices como ella supieron interpretar emociones o sentimientos tan desagradables como los celos, la avaricia, el dolor, la desesperación, la necesidad o cualquier otra que le asomara sin disimulo por sus grandes y expresivos ojos saltones. Transformada de ella misma, supo hacer mejores a los personajes de las películas que interpretó: “Intenta lo imposible para poder mejorar tu trabajo, siempre ha sido mi lema”. Si, en el plano profesional, nadie fue más buena que ella haciendo de mala, en el personal, puede afirmarse que pocas personas hicieron más por la liberación de la mujer a lo largo del siglo XX.
Para su epitafio decidió echar mano de las palabras que había dicho de ella Joseph Mankiewicz, tras el rodaje de Eva al desnudo: «She did it the hard way», cuya traducción por libre bien podría ser: “Lo hizo por las bravas”, un buen resumen de su manera de ser y de actuar.
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