La Tierra, la Naturaleza toda, es el latido de Gea, una sucesión de sístoles y diástoles, descargando bocanadas de sangre como preludios de muerte: es un soplo la vida, un cambalache en el que se van muriendo los días, los años, las ilusiones, los amores.
Por eso, la diosa necesita volver, una y otra vez, aunque sea reinventándose a sí misma de fantasma. Para intentar parecerse a lo que se ha soñado de sí misma. Para dar luz a las sombras, a las metáforas. Para crear y regenerar. Para dar sentido a un viaje sin rumbo y sin destino. Para seguir llenando de deseo el tango de cada día.
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