Compromiso
Como explica el propio Jean Daniel, sin duda uno de los intelectuales franceses que ha ejercido mayor influencia en los grandes debates del siglo XX, la dignidad del periodista comportaba para Camus ciertas condiciones preceptivas.
En un artículo imposible de encontrar que escribió para el último número de Caliban, Camus afirmó de forma clamorosa su respeto por el periodismo y su orgullo por pertenecer a la profesión.
Respondiendo a quienes se quejaban no de la prensa sino del público, apostilló: “Lejos de reflejar el estado de ánimo del público, la mayor parte de la prensa sólo refleja el de quienes la elaboran. Salvo un par de excepciones, el sarcasmo, la insolencia y el escándalo constituyen el fondo de nuestra prensa. Si estuviera en el lugar de nuestros directores de periódicos, no me felicitaría por ello: todo cuanto degrada realmente la cultura acorta la distancia que nos lleva a la servidumbre. Una sociedad que soporta ser entretenida por una prensa envilecida y por un millar de bufones cínicos que se adornan con el nombre de artistas corre hacia la esclavitud, a pesar de las protestas de las propias personas que contribuyen a su degradación”.
Pero además de a nivel conceptual, Camus se sentía profesional y comprometidamente periodista. En 1947 deja de dirigir Combat, periódico al que había dedicado ideas, pasión y esfuerzo y que, inmerso en una crisis económica insuperable, acabó por cerrar. De entonces son aquellas lacónicas palabras: “Durante años hicimos un periódico absolutamente independiente y que nunca se deshonró. Si los escritores tuvieran el mínimo aprecio por su profesión se negarían a publicar en cualquier medio. Pero al parecer hay que agradar; y para agradar, hay que doblegarse. Hablemos con franqueza: por lo visto, es difícil lanzar un ataque frontal contra esas máquinas de fabricar o destruir famas. Cuando un periódico, por más innoble que sea, tira seiscientos mil ejemplares, lejos de herir a su director, se le invita a cenar. Sin embargo, nuestra tarea consiste en no caer en esa sucia complicidad. Nuestro honor depende de la energía con que nos neguemos a aceptar el compromiso”.
Grande
Grande entre las grandes, la obra de Camus, que cobra nueva fuerza en cada lector y en cada lectura, nos sitúa en el epicentro de la reflexión. Nos plantea más preguntas que respuestas. Más dudas que certezas de modo que al cerrar su historia y este libro nos miramos temerosos a la hora de comprobar cuánto de nosotros se ha quedado por el camino. Hasta qué punto, tras esta interesantísima propuesta, seguimos enteros.
Como el propio Jean Daniel plantea, al defender, a menudo con exasperación, su idea de la dignidad y el periodismo, Camus protegía sin duda una de esas raras síntesis que le había permitido vivir y florecer. “Pero su fe en el periodismo se mantuvo, por lo demás, intacta. Las cartas de los miles de lectores que no cesaron de escribirle tras la desaparición de Combat sólo sirvieron para reafirmar la solidez de aquella fe”.
Camus. A contracorriente, un texto de apenas 180 páginas, nos acerca a la esencia del pensamiento de un autor que pone con énfasis el dedo en la llaga y, sintiéndose esencialmente periodista, vocea las desviaciones que, en su opinión, condenaban al periodismo: el sometimiento al poder del dinero, la obsesión por agradar a cualquier precio, la mutilación de la verdad con un pretexto comercial o ideológico, el halago a los peores instintos, el “gancho” sensacionalista y la vulgaridad tipográfica. Es decir, y en un cáustico resumen que al propio Camus gustaba recordar: el desprecio a los interlocutores y a los receptores.
Acercarse a este más que aconsejable libro es hacerlo a la visión de ese genial retratista de la condición humana. Aquella perspectiva en la que,-como plasmó en el núcleo de todas y cada una de sus obras-, desgracia y felicidad cohabitan y se entremezclan en una danza absurda si se quiere, pero vital, esencialmente vital.
Camus. A contracorriente.
Jean Daniel.