Digamos ya que Nubla lo consigue tanto cuando se limita a relatar hechos (puede ser el descubrimiento de la penicilina, las primeras grabaciones sonoras o las primeras fotografías) como cuando especula sobre asuntos que personal y profesionalmente le competen y a los que ha dedicado unos cuantos años de profunda reflexión, caso de la función social del arte en general y la música en particular, la imaginación, los sueños, la vigilia, la capacidad cerebral…
Mucho tiempo dando vueltas a todo esto para destilarlo en pocas páginas sí, pero las suficientes para plasmar las conclusiones a las que ha llegado. Huelga decir que detrás de algunas de sus más agudas intuiciones, hay abundantes lecturas y enorme y variada erudición que no solo no molesta sino que, lo que es mejor, se nota poco porque nunca aburre ni entorpece ni cansa.
No hay aquí un manual ni un ensayo al uso para aprender ciencia lapicero en la mano y, sin embargo, hay un montón de afirmaciones de Nubla y de citas de otros autores (Víctor Hugo, Ambrose Bierce, Chesterton) que resulta inevitable subrayar y leer más de una vez, como cuando el propio Nubla analiza y describe, por ejemplo, el talento artístico del ser primitivo que pintó un bisonte en la cueva de Altamira al tiempo que cavila de paso qué papel debía de jugar dentro de la comunidad. “La exquisita sutileza del trazo, el movimiento, la rotundidad cromática, parecen indicar que detrás está la experiencia y la seguridad de una mano entrenada y una mente que domina la síntesis, capaz de arrebatarle a la naturaleza lo que tiene de más indomable”. Y a uno le entran entonces unas ganas tremendas de volver a ver esa pintura de hace más de 14.000 años cuya intensidad, está claro, no acusa en modo alguno el paso del tiempo.
Por sus páginas desfilan multitud de personajes de los que Nubla sabe inventar o rescatar algún anécdota o curiosidad valiosa relativa la ciencia (Thomas Edison, Alexander Fleming), la literatura (Arthur C. Clarke), el arte (Luigi Russolo) o la música (Gavin Bryars). Y una verdadera obsesión que abre y cierra el libro: la posibilidad de escuchar algún día sonidos y voces del pasado más remoto que hayan podido quedar grabados en algún surco y que aún no somos capaces de hacer audibles.