Los nueve restantes son poco discutibles –vamos, lo de no están todos los que son pero son todos los que están– y abarcan desde la Prehistoria a la Edad Media. Una decena de excavaciones fundamentales para reconstruir nuestro pasado porque, como nos recuerda el autor, “el arqueólogo no es un cazador de tesoros”, pese a lo que pueda sugerir el Indiana Jones de Steven Spielberg, sino “un historiador que interroga a los objetos, incluso los más sencillos como un simple fragmento de cerámica”. Dicho esto, ¿cabe algo más espectacular, aunque a primera vista no lo parezca, que darse de bruces en 1974 con los 53 huesos (40% del esqueleto) de una homínida que vivió en África hace más de tres millones de años? Lucy, como se bautizó a esta estrella de la paleontología porque sus descubridores escuchaban en bucle un casete con la canción de los Beatles (Lucy in the sky with diamonds), no era idéntica a nosotros pero sí es nuestra más antigua antepasada.

Aparte de Tutankamón y Lucy, Augenti nos relata también la historia de Ötzi, el hombre que vivió hace cinco mil años y que el hielo conservó en buen estado en los Alpes hasta que tuvimos noticia de su existencia en 1991 gracias a un matrimonio que disfrutaba del alpinismo. Una sola momia sí pero con tanto a su alrededor en forma de vestimenta (cinturón, gorro, calzado…) y armas (puñal, arco, hacha…) que ha proporcionado una información preciosa de nuestra prehistoria europea. Aunque perdieran su color original, los miles de guerreros de terracota que vigilaban el acceso a la tumba del primer emperador de China han llegado a nosotros igualmente muy bien conservados. Hablamos del espectacular ejército de Xi’an, conocido así por el nombre de la ciudad en que fue descubierto por casualidad en 1974 cuando los seis hermanos de una familia decidieron excavar un pozo para paliar un verano tan caluroso como falto de lluvias.

Augenti también nos pasea por la Cripta de Balbo en Roma, nos lleva a la tumba de Childerico o nos acerca al yacimiento en el que se encontró el barco funerario y vikingo de Sutton Hoo, en Inglaterra, poco antes de empezar la segunda guerra mundial. Esta última historia tiene una interesante versión cinematográfica estrenada esta año, protagonizada por Ralph Fiennes y Carey Mulligan y disponible en Netflix con el título de La excavación. El especialista italiano no se olvida de dos ciudades míticas que fueron y ya no son: Troya y Medina Azahara. La ciudad que mandó construir el califa Abderramán III muy cerca de Córdoba fue la más bella de Al-Ándalus y así nos lo recuerda Vicente G. Olaya en el libro que acaba de publicar dando cuenta de una veintena de historias, algunas de verdad memorables, de la arqueología española. Tan divulgativo y accesible como el de Augenti pero con felices dosis de humor –¡esas notas a pie de páginas!- y con talento para acercarnos a nuestras miserias y triunfos; con el valor por detenerse en negligencias, expolios y robos pero también con las ganas de rendir merecido homenaje a “los cientos de profesionales que mal retribuidos pasan sus veranos con una espátula y un pincel levantando milímetro a milímetro los yacimientos que estudian”.

La costurera que encontró un tesoro cuando fue a hacer pis se beneficia de los muchos años que González Olaya lleva en el diario El País traduciendo a un lenguaje para todos los públicos el resultado de tantas investigaciones de nuestro pasado enterrado. Por sus páginas desfilan el ejecutivo de una mina en el Madrid de los primeros años noventa que no quiso ni pudo mirar para otro lado cuando las excavadoras detectaron fémures, quijadas y cráneos que no podían ser de animales “normales” y que eran, en realidad osamentas de felinos, caballos, osos, etc., de hace millones de años; o aquella niña de ocho años que iluminó por primera vez los techos de las cuevas de Altamira para descubrir asombrada tal cantidad de dibujos de ciervos, bóvidos y caballos que aquel techo pasó a ser justamente considerado la Capilla Sixtina de la Prehistoria y su intensidad llevó al pintor Miquel Barceló a afirmar que es pretensión vana creer que el arte ha avanzado desde entonces hasta hoy; o Escolástica, como se llamaba la costurera que da título al libro y que en agosto de 1858, buscando un lugar en el campo donde orinar sin ser vista, dio con kilos de oro y piedras preciosas en forma de coronas, colgantes o cadenas conocidas como el Tesoro de Guarrazar que acabaron vendidas a Francia y que no volvieron hasta 1940 cuando la invasión nazi del país vecino facilitó el entendimiento con el régimen franquista y el retorno de casi todo, incluyendo de paso la Dama de Elche. Hay también historias relacionadas con los restos del Cid y de Velázquez, o con políticos más o menos sensibles a nuestro patrimonio. Una obra, en definitiva, que rezuma pasión por la arqueología y por la historia que vienen a ser lo mismo.


De Lucy a Medina Azahara: 10 grandes descubrimientos arqueológicos
Andrea Augenti
Traducción: Andrea Saavedra
Editorial Alianza
184 páginas
10,30 euros

La costurera que encontró un tesoro cuando fue a hacer pis y otras historias de la arqueología en España
Vicente G. Olaya
Editorial Espasa
288 páginas
19,90 euros