El deslumbre de Las luminarias
Se publica en español Las luminarias (Siruela [1]), deslumbrante novela con la que neozelandesa afincada en Canadá Eleanor Catton ganó de largo el Man Booker Prize. La autora declara haber invertido cinco años de vida en rematar esta densa –más de 800 páginas– y excelente obra que pese a su volumen se lee del tirón.
Un tempestuoso día de enero una prostituta es arrestada. Ese hecho podría pasar desapercibido en mitad de la fiebre del oro que recorre la costa oeste de Nueva Zelanda en el año 1866, si no fuera por los otros tres acontecimientos misteriosos que se producen el mismo día: se descubre una enorme fortuna en la casa de un borracho indigente, un hombre rico desaparece y un capitán de navío de mala reputación suspende todos sus tratos y leva anclas, como si pretendiera darse a la fuga. Los tres hombres están conectados con Anna Wetherell, la prostituta en cuestión.
Los 12 hombres más poderosos de la ciudad se reúnen en la taberna local para debatir sobre esta secuencia de hechos aparentemente fortuitos, pero su asamblea es interrumpida por la llegada de un extraño: el joven Walter Moody, que también esconde su propio secreto. Moody pronto se verá involucrado en el misterio: una red de destinos y fortunas que resulta tan compleja y tan bien intrincada como el firmamento nocturno.
William Blake se pasea por La Divina Comedia
Durante los últimos años de su vida, el poeta y artista romántico William Blake realizó 102 ilustraciones de la Divina Comedia de Dante Alighieri. Estos dibujos, que en la actualidad se encuentran en siete instituciones distintas, los recoge la editorial Taschen en el volumen William Blake. Las ilustraciones de la Divina Comedia de Dante [2], de Sebastian Schütze y Maria Antonietta Terzoli.
Al igual que en el poema de Dante, en sus ilustraciones, Blake narró desde los suplicios del Infierno hasta la felicidad del Paraíso, desde las crueles amputaciones de los condenados hasta la belleza divina de los redimidos. En sus 102 ilustraciones, desde bocetos a lápiz hasta acuarela, Blake fue fiel al texto de Dante pero también aportó su propio punto de vista sobre algunos de los temas centrales.
Las ilustraciones de Blake, que en el momento de su muerte se hallaban en diferentes fases de ejecución, se recogen en este volumen acompañadas de fragmentos de la obra maestra de Dante. Dos textos introductorios evalúan la figura de Dante y de Blake, poniéndolos en relación con otros importantes artistas que también se inspiraron en la Divina Comedia, como Sandro Botticelli, Miguel Ángel, Eugène Delacroix, Gustave Doré y Auguste Rodin.
Tras el objetivo de Robert Doisneau
Célebre por sus retratos parisinos, Robert Doisneau [3] es unos de los mayores representantes de la fotografía humanista del siglo pasado. El buen ojo que tenía el francés para capturar las vivencias humanas se recoge en un volumen retrospectivo de Taschen editado por Jean Claude Gautrand.
Doisneau tenía una gran sensibilidad para captar tanto el sufrimiento como los pequeños placeres de la vida. A lo largo de su carrera, este artista de la imagen demostró una habilidad única para descubrir e inmortalizar como nadie personajes carismáticos, escenas divertidas y momentos fugaces de humor y ternura. Emociones y encuentros captados en los lugares más exclusivos pero también en los entornos más humildes.
Esta exhaustiva monografía sobre la vida y obra de Doisneau, realizada por su gran amigo Jean Claude Gautrand, para la cual pudo acceder sin restricciones al extenso archivo fotográfico del atelier del fotógrafo, recoge más de 400 imágenes. El lector se trasladará del extrarradio de los años de juventud de Doisneau al mundo de la artesanía y la admiración que sentía por este oficio, hasta los estudios de artistas de vanguardia que el fotógrafo inmortalizó.
El libro, que cuenta con un prefacio escrito por Francine Deroudille y Annette Doisneau, las hijas del fotógrafo, reúne numerosas fotografías en color, como su serie menos conocida de Palm Springs y los barrios renovados de su infancia. Esto, unido a las citas del propio Doisneau, revelan una visión diferente y más crítica del artista.
La fascinante historia de la escritura
En La historia de la escritura (Siruela) [4], el prestigioso calígrafo británico Ewan Clayton (1956) hace un minucioso recorrido a través de la historia de la escritura desde sus orígenes hasta la actualidad. Su lectura revela hasta qué punto ha cambiado nuestra relación con la palabra escrita en la era digital y confirma que los distintos períodos de la historia de la escritura conforman la historia de la civilización misma.
Clayton analiza las distintas etapas de la evolución y explora el impacto social y cultural de cada una: la invención del alfabeto; la sustitución del rollo de papiro por el códice en la época tardorromana; el perfeccionamiento en el siglo XV de la imprenta que se vale de tipos móviles y la consiguiente extensión de la alfabetización; la industrialización de la imprenta durante la Revolución Francesa; el impacto que tuvo en la palabra escrita el modernismo a principios del siglo XX, y los significativos cambios que la era digital ha supuesto en nuestros hábitos de escritura en el comienzo de este siglo.
Siempre nos quedará Gil de Biedma
‘Que la vida iba en serio…’. Así emerge uno de los míticos poemas de Jaime Gil de Biedma [5] (Barcelona, 1929) del que se han cumplido veinticinco años de ausencia. Fue en enero de 1990. Aquella madrugada, como contrapunto a aquel verso y apaleado por el sida, el poeta comprobó en sus propias carnes que, en realidad, lo que iba en serio era la muerte.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
–como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y a verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obr
En 1975, bajo el título Las Personas del Verbo (Seix Barral) [6], reunió Gil de Biedma el conjunto de su producción poética, que amplió con ocho poemas más en una última edición de 1982.
El paso del tiempo y la memoria como constantes. Una memoria siempre nimbada de nostalgia y, a su modo, de engaño. El propio autor apuntaba que lo que caracteriza el paso del tiempo que la memoria pretende conservar o rescatar es su constante movilidad. A menudo se pretende reemplazar la historia –la de cada uno también– por el mito y se asume como visión permanente del pasado lo que no fueron más que momentos; flecos de felicidad.