A su condición de mujer fatal. Cleopatra como mal bicho, como la otra, la “asaltacamas”, la “destrozahogares”, la depredadora sexual, como el ser nacido y formado para el pecado, la codicia, la lascivia, el despilfarro, la travesura, la mentira y sobre todo para provocar la perdición del varón que, por mucha cautela que pone el pobre, no puede evitar la tentación de caer en sus brazos. Desde los pintores de la Antigüedad a la reina del pop Katy Perry pasando por un tal William Shakespeare, Cleopatra no ha dejado nunca de inspirar poemas, pinturas, óperas, canciones, novelas, cabarets o películas. Un personaje inagotable del que hay tanta anécdotas fantásticas como escasos hechos probados.
Libro
La mujer, la reina, la leyenda
En el final de la película El hombre que mató a Liberty Valance de John Ford un personaje afirma: “Esto es el oeste, señor. Cuando la leyenda se convierte en hecho, se imprime la leyenda”. La mayor parte de lo que hay impreso sobre Cleopatra pertenece a la leyenda pero ésta no puede resultar más fascinante. Cada una de esas impresiones ha estado marcada por los gustos y prejuicios de la época. En su libro ‘Cleopatra. La mujer, la reina, la leyenda [1]‘, Lucy Hugues-Hallet las ha recogido todas, las que tienen algo de realidad y las que se recrean en la fantasía. Una obra esencial sobre su figura que al tiempo que revisa la multitud de cleopatras que nos ha legado el arte ofrece reflexiones de enorme interés sobre el suicidio, el machismo o la interpretación histórica.
Película
Cleopatra, de Joseph L. Mankiewicz
A Cleopatra se la ha retratado de mil maneras distintas. Si hoy el consenso lo establece Google cuando tecleamos un nombre en el buscador, entonces la bella que enamoró primero a Julio César y luego a Marco Antonio sigue teniendo el rostro de Liz Taylor, fallecida hace algo más de seis años. Antes tuvo los rasgos de Theda Bara, Claudette Colbert, Vivien Leight, Rhonda Fleming o Sophia Loren. Pero, ay, la Cleopatra (1963) de la Taylor jugó con una ventaja: ella misma en la vida real se esmeraba para que todos la viéramos como una reina caprichosa (en una entrevista en la tele le preguntaron por alguna afición y contestó que “coleccionar cosas… por ejemplo, diamantes”), como el reverso absoluto de Calpurnia, la esposa resignada de César. Sus desfases con Richard Burton (uno de sus siete maridos y Marco Antonio en la película de Mankiewicz) podían rivalizar con los pasotes que la leyenda asigna al personaje histórico. Con Liz Taylor la cleopatra en su versión camp hace cumbre: sobredosis de maquillaje y escotes de vértigo en escenarios saturados de oro, pelín horteras y artificiales. La película casi acaba con la salud de Mankiewicz, responsable de Eva al desnudo, La condesa descalza o La huella. Fue un desastre económico que tampoco tuvo éxito crítico. Y sin embargo, vista hoy y pese a sus cuatro horas de duración, no hay duda de que estamos ante uno de los mejores peplums de la historia, tan bueno como Ben Hur o Espartaco. Su apoteósica entrada en Roma luciendo canalillo ante la mirada alucinada de Rex Harrison y Burton continúa siendo de antología.
https://www.youtube.com/watch?v=tNjrfXOgZkM
Canción
Cleopatra´s dream, de Bud Powell
Aunque el título pueda sugerir otra cosa, Georg Friedrich Händel le dedicó una de sus mejores óperas. Algunos de los pasajes más célebres de Giulio Cesare se corresponden con las partes cantadas por Cleopatra. Hay versiones memorables a cargo de Joan Sutherland o Barbara Schlick de esas arias. En otro estilo, Cleopatra’s cat destacó entre las canciones rockeras de Spin Doctors en los noventa. Ya en esta década Katy Perry se disfrazó de Cleopatra para uno de sus hitazos, Dark horse. Y no sabemos cuál fue el sueño de Cleopatra pero sí cómo suena gracias al piano jazz del gran Bud Powell.
Taberna
Matritum [2]
Apenas un siglo después de que Cleopatra decidiera quitarse la vida, los dibujos de la reina egipcia comenzaron a situarla en un contexto muy determinado: disfrutando de la buena mesa. En banquetes para el placer de los sentidos y la tentación sexual. Tantos años después, el cortejo sigue empezando por la reserva del restaurante. Uno para iniciar la velada acertando es Matritum. En el Madrid más castizo, este pequeño rincón con pocas mesas sirve platos de mercado y una variedad deslumbrante de vinos por copas.
Matritum. Cava Alta, 17. 913658237.