En aquella lejanía ha muerto mientras dormía quien, mucho menos conocido de lo que cualquier lógica y justicia literaria exigen, es una de las voces más firmes del relato escrito en español de las últimas décadas.
Como puñetazos
Cuando en 1955 se llevó de calle el entonces prestigioso -y disputado- Premio Sésamo de cuentos al que daba nombre la mítica cueva-bar de la calle del Príncipe en Madrid, el jurado, entre los que se encontraba Ignacio Aldecoa, argumentó su decisión en el hecho de que el relato La presencia de Berta«emociona por su prosa sutil, un poco mecida en la melancolía, con una ternura que arropa una historia tremenda, real, que desarma a quien la lee».
Seguro que gustaron estas palabras al Fraile autor, aquel que sostendría a lo largo de los años que cada relato debía de ser «un puñetazo lleno de toda la realidad posible». Su prosa minuciosa, muy trabajada, logró en la mayoría de las ocasiones ese objetivo de golpear en el lector. Sus cuentos están llenos de momentos y circunstancias arrancadas a la vida para dejar sobre el papel, temblando, inolvidables emociones.
Iba y venía de las tierras de Escocia. De las brumas de Glasgow, en cuya Universidad impartió sapiencia durante años, a las luces de Madrid en donde se granjeó, a través de un considerable puñado de libros, –Cuentos con algún amor; A la luz cambian las cosas; Cuentos de verdad; la novelaLaberinto de fortuna, etc., etc., etc-, el respeto de lectores y críticos.
Fuera de foco
Aunque ganador, entre otros galardones, del Premio Nacional de la Crítica en 1964, nunca fue escritor de multitudes. Muy por encima, como queda dicho, de nombres y obras infinitamente más populares, prefirió siempre mantenerse en un discreto plano. Dar clases de literatura en Strathclyde y escribir, como también queda apuntado, algunos de los relatos más líricos y meditativos que circulan por la creación en lengua española del último medio siglo.
Como dejó claro en su desgarrado y excelente retrato autobiográfico El cuento de nunca acabar, Medardo Fraile era memoria en carne viva. Por eso, precisamente por eso, debe esgrimirse contra su olvido una obra literaria grande que merece ser leída, o releída, releída…
- Fotografía: Urcomunicación