Ahora ya no tiene tanto mérito pero hace muchos años lo pertinente era que el escritor, el intelectual, se mantuviera más o menos alejado del fútbol, al menos públicamente. Entonces él optaba por dar rienda a su pasión por ese deporte en general y por el Real Madrid de sus amores en particular.
Si lo pertinente en un autor es lucir palmito en las redes sociales, conversar con los lectores, anunciar que empieza nueva novela, recordar cada cierto tiempo que la está escribiendo, avisar de lo que está acabando, alertar de que ya tenemos portada y en ese plan, pues él decide quedarse al margen y aun así ser trending topic unas cuantas veces por sus textos más gruñones contra el ruido, las manifestaciones o la Semana Santa. Optó por renunciar a las ventajas indudables de estar en ese escaparte pero se ahorró los disgustos inevitables de una exposición que cualquier escritor relevante ha experimentado.
De hecho y enlazando con lo anterior, si lo pertinente es aprovechar las bondades de la informática y teclear novelas en un ordenador, él prefiere quedarse gustosamente en el siglo pasado y seguir hasta el último día con la máquina de escribir eléctrica. Ni siquiera tiene la coquetería de emular a Paco Umbral y trabajar -y sobre todo posar- con una de esas olivettis románticas y fotogénicas. Ahora bien, si lo pertinente entre tantos escritores es adaptar la imagen a los nuevos tiempos, ahí se fue quedando solo con el cigarro, proscrito, en la mano. No era el único pero si de los pocos que no solo fumaba para el fotógrafo sino que parecía disfrutar llenando todo de humo.
Si lo pertinente entre escritores consagrados suele ser no blandir la pluma públicamente y mucho menos hacerlo frente a autores de ideas cercanas, de la misma editorial o periódico, habrá entonces que decir que el autor de Corazón tan blanco fue un aplicado impertinente. Así también se mostró cuando el éxito de la autoficción era una realidad en la literatura española, él que había rozado el género con Todas las almas y lo había cultivado abiertamente en Negra espalda del tiempo.
Ahora que no hay casi tiempo para nada y las plataformas televisivas roban horas a la lectura, parece bastante pertinente amoldar la escritura a las nuevas costumbres y adelgazar los textos que se envían a imprenta. Pues ahí Marías se esmeró lo suyo en demostrar que se puede hacer lo contrario y con indudable éxito. La última, Tomás Nevinson, roza las setecientas páginas. Su aclamada trilogía Tu rostro mañana supera con creces las mil.
Es asimismo cada vez más pertinente que los más reputados novelistas admitan la grandeza innegable de algunas series de televisión. Ocasión para que Marías, entre tanto ditirambo, lanzara un misil en la línea de flotación argumental despachando a The Wire como un tostonazo. Prefería, sin complejos de hombre mayor, seguir celebrando la vigencia del cine de Ford, Hawks, Mankiewicz o Wilder. Y sabía celebrar: sus artículos sobre el tema, que quedaron recogidos en Donde todo ha sucedido, contagian pasión por las mejores películas de éstos y otros directores de los años cuarenta y cincuenta. Y quien dice películas dice también libros, claro. Son formidables sus lecturas de la Lolita de Nabokov o las pinceladas biográficas que dedicó a sus héroes reunidas en libros como Vidas escritas.
Lleva razón Andrés Trapiello cuando dice que el que rechaza un premio lo acepta dos veces. Lo pertinente en este caso sería aceptarlos te guste o no quien los concede. Marías, que había aceptado tantos antes, rechazó hace justo diez años el Premio Nacional de Narrativa por Los enamoramientos. Y ya puestos empezó a rechazar todo, invitaciones, viajes, entrevistas… Pudiendo hacerlo, no rechazó, en cambio, la propuesta de entrar en la Real Academia Española. Ya no podremos saberlo pero casi con toda seguridad no habría hecho gala de su impertinencia rechazando ese Premio Nobel que parecía factible y que sin duda merecía. Una pena.