Dionisio Ridruejo (1912-1975) lo era. Es preciso afirmarlo con contundencia, señalan Jordi Gracia y Jordi Amat, prologuistas y antólogos del volumen Cartas íntimas desde el exilio en el que, como ya hemos informado en hoyesarte.com, se recoge la correspondencia con su esposa, Gloria de Ros, desde 1962 hasta 1964, época en la que el escritor se exilió en París para desarrollar una esperanzada campaña contra la dictadura franquista.

Afirmarlo y hacerlo cuanto antes, para contrarrestar la injusticia que con profunda amargura relata Dionisio Ridruejo hijo al señalar que traidor es el calificativo más común que oyó de la boca de muchos y durante muy largos años cuando se hablaba de su padre.

Ida y vuelta

Camino de ida y vuelta con dos horizontes antagónicos. De héroe a villano para unos, de villano a héroe para otros. Ridruejo transita aún hoy, aunque cada vez en menor tono porque ya se sabe aquello de que el tiempo es sabio y acaba por colocar las cosas en su lugar, en ese ambiguo territorio. Pero la verdad y la historia están ahí y nos hablan de un hombre que vivió, sufrió y a su modo murió varias guerras del cuerpo y del alma. Y lo hizo con una honestidad, y ahí están los hechos, incuestionable.

Hoy es sabido que aquel hombre arrancó siendo un falangista convencido. Un, y hay que decirlo sin recovecos, fascista recalcitrante. Pero concluida la Guerra Civil, cuando las cosas eran más fáciles para los vencedores entre los que, supuestamente, él se encontraba, en su cabeza y en su corazón las cosas comenzaron a variar.

A principios de los 40 se inicia un alejamiento de los postulados que, hasta entonces, había defendido y con ese cambio sobrevienen los problemas que le llevarían a la cárcel y al exilio.

En el principio…

 

Pero comencemos por el principio. Dionisio Ridruejo nació en El Burgo de Osma (Soria) el 12 de octubre de 1912, hijo de un padre que moriría tres años más tarde y de una madre que, al tiempo, era sobrina de su esposo. Tras completar el bachillerato entre Segovia, Valladolid y Madrid y ya en los primeros años de la década de los 30, estudia las carreras de derecho y periodismo, debuta como poeta, publica Plural (1935), su primer poemario, e ingresa en Falange Española.

Casi de continuo se dedicó con intensidad a la política y en 1937 fue nombrado jefe provincial de Falange en Valladolid, ciudad en la que fija su residencia y es detenido y encarcelado durante unos días por su intervención en una emisora de radio desde la que un grupo de falangistas leyó, en contra del criterio de las autoridades, un discurso de José Antonio.

En el mes de abril de ese año dimite de su cargo y en Salamanca protesta personalmente ante Franco por la política unificadora y la detención de Hedilla. Visita Alemania y conoce a Hitler. Pese a estos vaivenes, un año más tarde es nombrado jefe del Servicio Nacional de Propaganda. En 1940 funda con Pedro Laín Entralgo la revista Escorial, en la que figura como director y publica Poesía en armas.

División Azul

Al año siguiente se alista como voluntario en la División Azul. Regresaría dos años más tarde y como culminación de un doloroso proceso evolutivo en el que «se impuso la evidencia, la razón y la honestidad personal», renunció a todos sus cargos y escribió una carta a Franco en la que hace una profunda crítica al sistema político español. Es inmediatamente detenido y confinado en Ronda.

Durante su segundo confinamiento en 1944, esta vez en Cataluña, contrajo matrimonio con Gloria de Ros. Viaja clandestinamente a Madrid en 1947 para una entrevista secreta con Franco al que expone críticas e ideas. La tensión entre ambos parece relajarse y se le autoriza a vivir en cualquier lugar de España con excepción de Madrid y alrededores y Valladolid.

Cumplida la pena, al año siguiente se le levanta el destierro y en diciembre es nombrado corresponsal en Roma del diario Arriba, al tiempo que publica Elegías. Pronto recopilará toda su producción poética en el volumen En once años (1950).

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Cárcel y persecución

A partir de 1951, año en que pasa a ser director de Radio Intercontinental, intensificaría sus actividades políticas abiertamente democráticas y, en consecuencia, se convertiría en un claro enemigo del franquismo. La cárcel y la persecución fueron su destino en numerosas ocasiones. Paralelamente crecía la dimensión ética de su pensamiento lúcido, sincero e insobornable, que suscitó el respeto incluso en no pocos de sus declarados rivales.

Tras fundar en 1957 el Partido Social de Acción Democrática, 1962 sería un año crucial en su existencia pues vería la luz en Buenos Aires su obra Escrito en España e intervendría en el Congreso de Múnich.

La consecuencia directa fue el exilio durante dos interminables años. El Gobierno español le da a elegir entre permanecer en el exilio o ser confinado en Lanzarote. Elige seguir en el destierro, fijando su residencia en París.

Cartas a Gloria de Ros

Ridruejo cruzó la frontera a principios de junio de 1962 como un referente de la oposición al franquismo para asistir al IV Congreso del Movimiento Europeo –el histórico «contubernio de Múnich»–. El autor de Escrito en España (1962) se reunió con demócratas españoles del interior y del exilio como Salvador Madariaga («hoy ha terminado la Guerra Civil», dijo en Múnich), José María Gil Robles, Enrique Gironella o José Vidal-Beneyto, actitud que le condenó a vivir desterrado dos años en París.

Desde allí envío cartas a su mujer, Gloria de Ros, desconocidas hasta ahora, que sólo podían llegar a su destinataria a través de manos de confianza, de las que se recogen 32 en un volumen que reflejan a un Ridruejo cercano, humano e incluso costumbrista, pero que oculta las intenciones conspiradoras de sus viajes, como por ejemplo las que se originaron en EE.UU., donde se reunió con la Administración Kennedy y con exiliados tan distinguidos como Victoria Kent o Juan Marichal, en las que se presenta ante sus hijos como un «turista rejuvenecido».

Gran intensidad

Este epistolario también tiene momentos de gran intensidad que siguen a la reacción de Ridruejo al fusilamiento del líder comunista Julián Grimau en su espléndido artículo La guerra continuada (Le Monde, 1963) durante la primavera del 63.

Camilo José Cela (amigo de Fraga y Robles Piquer) advierte a Ridruejo en 1964 en una carta «que no venga», pero hace caso omiso y regresa desde la clandestinidad para hacer ruido y ser después procesado, como queda patente en la carta que dirige a Carlos Arias Navarro, entonces director general de Seguridad, en la que le manifiesta «hice lo necesario para pasar nuevamente la frontera, lo que se realizó 26 horas después de ser devuelto a Francia…llegado aquí mi primera ocupación ha sido redactar esta carta, puesto que de ningún modo deseo mantenerme en situación de clandestinidad».

En suma, para Jordi Gracia y Jordi Amat se trata de mostrar «el reverso íntimo de un conspirador público y ofrecer el testimonio sin estridencias, adulto y realista, de la conciencia autocrítica de un hombre de cincuenta años que aprende con resignación el precio de los errores y las recalificaciones». Estas cartas nos demuestran cómo su compromiso ético y político acabó dañando sus responsabilidades familiares como marido, padre e, incluso, como escritor.

 

Altura moral hasta el fin

Incluso en los momentos más complicados, alejado de mujer e hijos e inmerso en dificultades económicas notables, no decayó la altura moral de su pluma, la dignidad, el respeto firme por los valores humanos y la ecuanimidad convirtiéndose en una ejemplo. Lo dicho: en un hombre de bien.

Alemania, Rusia, Estados Unidos, Italia, Barcelona, Ronda, Madrid…son etapas importantes en los distintos momentos de su andadura en las que deja constancia lírica, correspondiendo en la práctica a cada una de ellas un libro de poemas. Al margen, claro, de sus numerosas obras en prosa, diarios, volúmenes de ensayos y su texto autobiográfico póstumo Casi unas memorias.

El compromiso ético y político de Dionisio Ridruejo se mantuvo hasta el fin, pues sólo un año antes de morir en Madrid como consecuencia de una antigua enfermedad del corazón, había sido uno de los más activos fundadores de la entonces declarada ilegal Unión Social-Demócrata Española.

En abril de ese año, 1975, se le había tributado un homenaje, había publicado su libro En breve y hecho unas declaraciones a la BBC, que tuvieron gran resonancia, en la que explicaba la trayectoria de su pensamiento y de su actitud política.

Con el corazón muy tocado, el 26 de junio ingresó en la Clínica de la Concepción de Madrid y tres días más tarde un ataque se lo llevó por delante. Faltaban menos de cinco meses para que Franco siguiese el mismo y definitivo camino. No llegó a verlo Ridruejo, al que una auténtica multitud le acompañó en su último viaje hacia el madrileño cementerio de la Almudena en donde está enterrado.