El programa de este año profundiza en lo ‘fronterizo’, un concepto aplicado tanto a los límites de la propia creación literaria y sus géneros como a su relación con otras disciplinas.
–El manifiesto del festival dice que la materia prima de la literatura es la vida. ¿Cómo ha trabajado la programación de acuerdo a esta cuestión vital?
Está unida a la vida en la medida en la que reivindico una literatura en la que se vuelva otra vez al espíritu del contador de historias. Una conexión del autor con el lector desde un punto de vista muy dramático, muy oral. Por tanto he trabajado en una propuesta que no esté muy encorsetada en las convenciones de la ficción y que busque una hibridación. He articulado toda la programación en torno a esa idea y con autores que me son muy afines en muchos aspectos, a los que admiro muchísimo, y, sobre todo, tratando de sacar la literatura de su propio discurso, haciéndola dialogar con propuestas de otros escritores.
–¿Qué pensó cuándo le invitaron a dirigir esta edición?
Que iba a ser muy fácil, y me equivoqué… Creí que tirando de mi propia agenda lograría una programación muy a mi gusto, pero luego he visto que trasladar las obsesiones literarias a una programación era mucho más complicado, y me fui arrepintiendo conforme pasaron los meses. Programar es mucho más difícil de lo que parece.
–El Festival Eñe es un encuentro más que consolidado, ¿cómo ha afrontado el reto de mantener el interés del público?
Había que conjugar la tensión dialéctica entre la tradición de un festival que ya tiene 10 años, y que se ha convertido en una cita muy conocida en Madrid, con un público que ya conoce todos sus códigos y ritmos, y eso hay que respetarlo… Por eso lo que he hecho ha sido aportar muchos ‘intrusos’, ‘polizones’ que no son estrictamente escritores y a los que no se les espera en un festival literario. Por ejemplo, están Víctor Manuel, Carlos Ortega o Carlos Alsina, un director de cine… En definitiva, gente muy ligada al mundo literario pero que no suele estar en la programación de los festivales. He tratado de oxigenar y abrir ventanas, y ésta ha sido mi aportación a la tradición del festival.
–Además de escritor es periodista… ¿Cómo entiende la conexión entre literatura y periodismo?
Están muy cerca. Formamos parte de la misma actividad y del mismo escenario. Somos todos contadores de historias y, como tales, reivindico que debemos confundirnos en el mismo lugar. Las transiciones entre la literatura y el periodismo son tan frecuentes y continuas que es muy fácil confundirlas y hay que hacer un esfuerzo muy deliberado para separar tajantemente a ambos.
–¿Es el Festival una cita para los lectores o para invitar a leer?
Soy muy contrario a hacer cualquier tipo de proselitismo de la lectura, por eso reivindico que el festival es una fiesta. Hay que venir a pasárselo bien y nadie va a dar la brasa con lo de que ‘leer nos hace mejores personas’. Las promociones de la lectura me resultan muy antipáticas. Este festival es algo abierto a todo el mundo, una fiesta para todos los que tienen cierta pasión por las historias, por contar, por la narración y por pasarlo bien. Luego, si ya aprendemos algo y nos llevamos otra cosa, estupendo, pero lo fundamental es que pasemos unos ratos estupendos con la gente a la que admiramos y que nos hace disfrutar.
–¿Quién diría que es su protagonista, el lector o el escritor?
Ambos, hay un coprotagonismo absoluto. No creo que haya uno por encima del otro. En los carteles están los escritores, pero es un punto de encuentro, y todo el festival está concebido como conversaciones constantes.
–Esta es la primera edición con país invitado, México, ¿cómo se refleja su literatura en el programa?
Son autores que están muy relacionados con la idea fronteriza del festival, que han trabajado un tipo de novela que refleja muy bien la realidad e intentan desentrañar el propio país. Quizás no sean los nombres que uno se esperaría, pero esto no es la Feria del Libro, sino que hemos elegido perfiles que han estado colaborando con nosotros. Casi todos estos autores cuentan con su público en España y publican aquí. Por ejemplo, Carlos Velázquez; Liliana Blum, una autora de cuentos estupenda; Fernanda Melchor, que me tiene enamoradísimo; Elda Cantú, periodista maravillosa de The New York Times, y también contamos con poetas… Intentamos que el público español vaya más allá de los autores conocidos de la literatura latinoamericana y descubra esa faceta más cronística e híbrida de un genero que se cultiva mucho allí.
–Las cifras del festival hablan por sí solas: 135 autores invitados, 92 actividades, 22 sedes, ¿qué recomendaría?
Del Circulo de Bellas Artes destacaría la apertura con Elvira Lindo y Antonio Muñoz Molina, y la conversación con Javier Cercas, que representa muy bien esa voz de la literatura que quiero transmitir. Fuera del Círculo destacaría un encuentro sobre gastronomía y libros muy divertido con Mikel Iturriaga, Víctor Manuel y Xabier Gutiérrez. Y también la conversación que tengo la suerte de moderar entre Héctor Abad Faciolince y Leila Guerriero, creo que uno de los actos destacadísimos del festival… Hay mucho para elegir.
–Cuénteme sobre ese epílogo en Málaga.
Es el mismo festival, sólo que se hace en Málaga. La idea es que Eñe se vaya acercando a otras ciudades. Ha comenzado allí donde existe una tradición cultural muy intensa. Funcionó muy bien el año pasado y espero que siga haciéndolo para consolidarlo y de allí vaya saltando poco a poco a otras ciudades.