Profesor de Literatura Italiana en la Universidad de Calabria, Ordine, especialista en Giordano Bruno y en el estudio del Renacimiento, es autor de una importante obra a través de la que plantea una firme defensa de la enseñanza de las humanidades frente al utilitarismo y las que denomina «pedagogías comerciales» que parecen haberse impuesto en las últimas décadas en escuelas, institutos y universidades.
Para el jurado, «Ordine establece un diálogo con la sociedad contemporánea para transmitir, en especial a los más jóvenes, que la importancia del saber se encuentra en el proceso mismo del aprendizaje. La utilidad de la educación se ha de entender en términos de pasión por la búsqueda del conocimiento y de lo mejor de cada persona, sin circunscribirse a un interés económico. Su trabajo académico, centrado en el Renacimiento, destaca la necesidad de recuperar la riqueza del humanismo para las nuevas generaciones».
El premiado ha querido dedicar su galardón a los profesores, que cambian silenciosamente, gracias a su pasión y generosidad, la vida de generaciones de estudiantes. En cuanto a sus libros, con su popular manifiesto La utilidad de lo inútil, Ordine reivindicó que los saberes son fines en sí mismos, y continuó señalando la importancia de la lectura de los autores clásicos en Clásicos para la vida y Los hombres no son islas. Además de estas obras, Acantilado publicó también en español su ensayo histórico Tres coronas para un rey.
Declaraciones del premiado al recibir la noticia
«Es un gran honor para mí haber recibido el prestigioso Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Un premio que tiene un doble valor afectivo: primero, porque antes que yo lo recibieron tres gigantes de la cultura europea y tres grandes amigos a los que debo mucho: Umberto Eco, Emilio Lledó y George Steiner; segundo, porque desde hace una década considero España e Hispanoamérica como una segunda patria mía: aquí he encontrado muchos hermanos de armas en la batalla que estoy librando para defender la escuela y la universidad de la deriva mercantilista. Por estas razones, en un momento en el que quienes enseñan son considerados obsoletos porque la escuela y la universidad modernas sólo estarían hechas por ordenadores y pizarras conectadas a Internet, quiero dedicar este premio a quienes enseñan y cambian silenciosamente con su sacrificio la vida de sus alumnos. A quienes cada día –en una choza africana o en un pueblo pobre de Calabria o de Hispanoamérica– realizan un gran milagro: permitir a los estudiantes pobres dar ese salto social y cultural que hace nuestra sociedad más justa e igualitaria. Aprovecho la ocasión para agradecer a Sandra Ollo y a Acantilado que hayan permitido una amplia difusión de mis libros en el mundo cultural hispanohablante. Me alegrará mucho estar en Asturias en octubre para recoger el premio y visitar lugares ricos en belleza natural e historia».