Fuentes disecciona como un preciso cirujano forma y fondo de Buñuel en este ensayo inédito que Javier Herrera Navarro, escritor, investigador especialista en Buñuel y responsable de la edición, ha recuperado de los archivos de la Universidad de Princeton. Para Román Gubern, autor del prólogo, este texto «ilumina de manera deslumbrante tanto el imaginario del cineasta como el del escritor, dos personalidades intelectuales descollantes del siglo pasado».
El mexicano, admirador de la obra de Buñuel desde el estreno de Los olvidados y crítico suyo –desde las páginas de la UNAM–, a pesar de no conocerle hasta 1958, no dejó de rendirle admiración hasta su muerte, además de ser parte fundamental en el jurado que en 1967 le concedió la Palma de Oro del Festival de Venecia por Belle de Jour.
«Sabemos que si no llegó a publicar este ensayo inconcluso que ahora ve la luz fue por diversos proyectos, entre ellos una adaptación de Bajo el volcán, obra del escritor Malcom Lowry, y eso hizo que el manuscrito permaneciera hasta ahora oculto en Princeton», recuerda Herrera.
Esta nueva entrega de la colección Cuadernos de Obra Fundamental nos muestra a un Fuentes que ve en los principios de Buñuel el modelo creativo a seguir por todos los jóvenes escritores que luego formarán lo que se llamaría el boom iberoamericano, en especial Cortázar, Donoso, García Márquez, Vargas Llosa y Octavio Paz, con todos los que tendría una relación directa de amistad y proyectos compartidos.
[1]La mirada de la Medusa es un título que explica Fuentes a Buñuel: “El mundo es una Medusa que nos paraliza con la mirada de sus prohibiciones”, donde como la Górgona petrifica a quien la mira, y así “Buñuel petrifica al espectador con su mirada”, entre toro y picador, dirá Fuentes de su aspecto, y hace un repaso de sus lecturas y observaciones, desde la picaresca a los heterodoxos, la mística española, el mito de la trinidad hispánica con una “profunda y brillante reflexión” dice Herrera sobre el Quijote, Don Juan y la Celestina en confluencia con Nazarín y Viridiana. Sade, los surrealistas, Brönte, Camus, Malraux, y la poesía de William Blake con la que Fuentes encuentra analogías, o la pasión del cineasta por las armas de las que llegó a reunir una gran colección.
Mayo del 68
Será con el estreno de La Edad de Oro en la Cinémathèque francesa cuando Fuentes descubre al visionario Buñuel de la Revolución del 68. “¿Han vencido el tiempo –37 años– y la historia –la sociedad de consumidores– aquella visión de fuego de Buñuel y los surrealistas? Me rodea esta noche un público que dice lo contrario”, afirmó el escritor dos años antes del 68. “Los jóvenes que en mayo del 68 levantaron las barricadas de París habían visto las películas de Buñuel”.
Y Buñuel escribe en distintos momentos: «La cultura se ha vuelto inseparable del poder político y económico…la debilidad de España ha impedido que su maravillosa literatura sea conocida en el mundo”…“El arte, la publicidad, información, espectáculos, moda, religión, todo conspira para impedirnos ver la realidad, para cegarnos”… “Cité a Dalí en el vestíbulo de un hotel para darle un tortazo. Pero al verlo entrar me ganó el recuerdo de nuestra juventud. Solo le dije que era un miserable…” De Octavio Paz señala: “Es de una generosidad descomunal. Cuando se presentó Los olvidados en Cannes, escribió un breve ensayo, lo imprimió por su cuenta y lo distribuyó a la entrada del cine”. De Sade: “Una revelación estremecedora, en él descubrí algo así como el espejo crítico del mundo en que crecí. Sade y Nietzsche representan lo contrario del nazismo… el mal imaginativo de ellos termina fundiéndose en una vasta afirmación de la fraternidad y la verdad”. Del pecado y el sexo: “La idea del pecado multiplica las posibilidades del deseo”, y del racismo: “En el primer grado de las relaciones sociales hay una injusticia: los blancos son opresores y los negros oprimidos. Pero en el segundo grado hay una tragedia: el negro, despojado de humanidad por el blanco, le niega a este toda humanidad. Y este es el triunfo del opresor”;
Las cartas
[2]Un apéndice excepcional lo constituyen la serie de quince cartas inéditas, –diez de Fuentes y cinco de Buñuel–, cruzadas entre los años 1966 y 1972. El epistolario comienza cuando Fuentes, a propósito de su visionado de La Edad de Oro, le hace a Buñuel la confidencia de que va a escribir un largo ensayo sobre él porque “sus películas están encontrando hoy su verdadero público, el de estos jóvenes para los que la gran intuición del surrealismo se ha convertido en la respuesta viva de nuestros días a los fracasos de la vida y el arte”, y le confiesa su importancia para la generación del boom iberoamericano, “lo recordé mucho con Octavio Paz cuanto éste pasó por Roma, y ahora, en París, con Vargas Llosa, Cortázar, Rodríguez Monegal, Gironella, estamos siempre hablando de usted, de su obra que, resulta cada vez más claro, es el gran punto de referencia, de elaboración, de los escritores y pintores de raíz española”.
Buñuel le contesta a raíz de las censuras a Belle de Jour que “erotismo sin religión, sobre todo la cristiana, es como manjar sin sal”, y continúan su relación epistolar llena de humor y surrealismo cuando Fuentes está en el jurado del Festival de Venecia que le daría el León de Oro por Belle de Jour, y Buñuel le dice que no puede frecuentarle “por temor a ser tildado de pelotillero y que alguien me acuse de cohecho”, contestándole Fuentes tras ganar el Premio, que si ya ha fundido el León de Oro.
Tras los sucesos del 68, Fuentes le escribe a Buñuel que “su cine se ha vuelto más actual que nunca a la luz de los evenements. Ah, ¡cabronas antenas buñuelianas!”. Y cuando Fuentes le quiere enviar el manuscrito para que lo revise, el cineasta le dice que no necesita ver nada «y que en todo caso seré yo el que aprenda con lo que usted escriba».
En suma, apostilla Javier Expósito, responsable literario de Cuadernos de Obra Fundamental, estamos ante un texto y un epistolario lleno de mutua admiración, humor, socarronería, sencillez, profundidad y camaradería.